La arremetida de la derecha será cada vez más fuerte; quizás porque, después de todo, las preguntas de la consulta no sean tan insignificantes ni meramente una manera de buscar relegitimación política; quizás, también, porque la reforma de la justicia pueda conllevar una importante ruptura en la promiscua relación entre el Estado oligárquico-mafioso, la banca, ciertos sectores empresariales y los medios de comunicación; o quizás porque la consulta busque acabar, a la final, con aquel histórico enriquecimiento ilícito de las élites, que los últimos 180 años de acumulación rapaz, excluyente e ilegítima han aupado.
No es de sorprendernos entonces si, en el tiempo que nos falta hasta al plebiscito, tengamos que desayunar con un cable WikiLeaks diario; servido con precisión estratégica por una prensa que ya dejó de fingir para entregarse a un activismo político de agresividad inusitada, para, de esa forma, debilitar el Sí en las semanas que queden antes del referendo y debilitar al Gobierno, atacándole por el lado del comercio exterior y de las relaciones con EE.UU.
En aquel veneno mediático no se menciona el hecho de que el Atpdea no fue renovado para ningún país andino, ni para Colombia ni para Perú. Tampoco se dice que son varios los regímenes de preferencias arancelarias los que no han sido renovados, por ejemplo el SGP con los países de África subsahariana. Para los demagogos de la comunicación, no hay mención alguna de que el fin del Atpdea sea consecuencia de la renovada tendencia proteccionista poscrisis y pro empleo en los EE.UU., ni que la decisión releve de un debate exclusivamente doméstico. En la prensa norteamericana, al contrario de nuestra pobre prensa criolla, no se la ha ocurrido a nadie sugerir que el vencimiento del Atpdea sea el fruto de una ausencia de lobby o de alguna malcriadez del Ecuador.
Lo único importante para nuestra prensa libre e independiente de todo instinto patriótico y de toda objetividad analítica, es erosionar lentamente la credibilidad de este Gobierno tan incómodo; incluso si esto conlleva defender a una de las representantes más cuestionadas de la diplomacia estadounidense, conocida en toda la región como una de las máximas defensoras de todo lo que es más nefasto en la política exterior de los EE.UU.
Lo importante es seguir sirviendo servilmente los intereses de las élites agroexportadoras: trabajar por el
“No”, presionar por un TLC, y poner fin a aquella larga pesadilla de proyecto de nación, universalista y republicano.