Las eliminatorias al Mundial de 2002 marcó un antes y un después para el fútbol ecuatoriano. No solo porque se alcanzó de manera brillante la clasificación para disputar por primera vez un campeonato del Mundo, sino porque de una vez por todas entendimos y valoramos la ventaja que significa tener la altura de la capital ecuatoriana, como gran aliada.
Puntualicemos algo: Quito siempre estuvo a 2.850 metros y aquí en la altura, cuántas veces llegaron argentinos, uruguayos, brasileños, chilenos y nos ganaron, lo hicieron en muchas ocasiones, incluso con marcadores escalofriantes.
La situación cambia cuando hay un equipo bien preparado física y técnicamente, asumiendo un compromiso con el país. Esto se combinó en ese año inolvidable y los resultados fueron simplemente definitivos para conseguir el objetivo propuesto.
Para el Mundial de Alemania en el 2006, la situación no varió. Se formó un muy buen equipo, jugadores con capacidad y personalidad, un técnico competente y una vez más la altura como factor determinante sobre todo en nuestros rivales, que psicológicamente llegan ya derrotados al compromiso.
En las últimas eliminatorias, todo se presentaba como para que la historia se repitiera con éxito, con la altura como compañera, lamentablemente, otro tipo de intereses de algunos jugadores, a quien la historia juzgará, llevaron a perder puntos que jamás se lograron recuperar; se dio ventaja y nos quedamos a las puertas de una tercera clasificación a una cita mundialista.
Estamos por iniciar otro proceso de eliminatorias, el objetivo: Brasil 2014 y con todas las experiencias capitalizadas, con toda el agua que ha corrido debajo del puente, con todo el caudal de conocimientos adquiridos a través de satisfacciones, triunfos, frustraciones y derrotas, cabe preguntar la altura, ¿es una ventaja o no? Hay quienes afirman que al jugar en la altura, con la cantidad de jugadores que militan en el exterior -la mayoría a nivel del mar-, somos más “visitantes” que nuestros rivales de turno, y que la que antes era nuestra aliada, hoy se ha convertido en la principal rival para el equipo tricolor.
Hay discusiones acaloradas sobre la importancia de la altura. se mencionan argumentos de toda índole, se han realizado estudios en base a un banco de datos sobre el comportamiento y las respuestas de nuestros seleccionados, amparados en parámetros fisiológicos.
Han sido planteadas una serie de hipótesis, unas más descabelladas que otras, como aquella de formar dos selecciones, una para la altura y otra para jugar al nivel del mar. Sobre ésta última, el DT Reinaldo Rueda dejó sin argumentos este rumor y enfatizó que hay una sola selección, pero no descartó el que pueda utilizar en los partidos de local a jugadores que tienen mayores oportunidades de actuar en ciudades de altura.
Polémico el tema y se presta para muchos debates y opiniones. El fútbol, bien o mal, da para todo y para todos. En las anteriores eliminatorias también teníamos jugadores actuando en el exterior y nadie cuestionó la ventaja o desventaja de la altura.
Álex Aguinaga, el “Tin” Delgado, Ulises De la Cruz, Iván Hurtado, el mismo Iván Kaviedes, después la “Sombra” Espinoza, Néicer Reasco, Carlos Tenorio, por mencionar algunos de los elementos que llegaban cuatro o cinco días antes, igual que ahora, jugaban y ganaban, dirimiendo capacidad con argumentos futbolísticos, con personalidad, con el apoyo de todo el país, que dejó de lado las barreras del regionalismo y más la altura, nuestra aliada, nos llevó a vivir los momentos más gratos e inolvidables para el balompié nacional.
Al fútbol juegan los que tienen capacidad, aquellos que tienen condiciones, jerarquía y trayectoria. Para vestir la casaquilla nacional hay que tener además actitud y compromiso con el país.
La altura ha estado y estará siempre y hay que sacar provecho de ella, por eso en las próximas eliminatorias no busquemos inventar el agua tibia, y frente a Venezuela, hay que poner sobre el terreno a los mejores hombres, a quienes estén en el mejor momento y pensando que si sumamos preparación, trabajo, planificación, capacidad, personalidad, apoyo y respaldo de la afición, más la altura, podemos ilusionarnos con clasificar otra vez a un Mundial.