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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

La acuacultura: alternativa para las comunas costeñas

18 de agosto de 2016

Cuatrocientas familias de la comuna de Ayangue tratan de vivir desesperadamente del turismo. La excelente carretera de la Ruta del Sol y otros beneficios recibidos durante diez años de la Revolución Ciudadana les proporcionó una bonanza económica por la afluencia de visitantes, que en dos horas cubren la distancia desde Guayaquil.

Proliferó todo tipo de negocio de comercio, especialmente tiendas de abarrotes, comedores y taxis. Las lanchas de pesca artesanal dieron paso a las de paseos turísticos para el avistamiento de ballenas de julio a septiembre y, mucho más selectivo, para el buceo deportivo. Son casi cien lanchas que flotan en la hermosa ensenada que tiene un perímetro de 3,5 km de agua tranquila. Y en los 930 metros de playa, más de 70 comedores compiten por clientes que no llegan, así como varios kioscos denominados ‘cocteleras’ sirven licor, a pesar de las regulaciones; y decenas de toldos y parasoles de alquiler dan una apariencia terrible a este hermoso lugar.

¿Es esto fomentar el turismo? Mi respuesta es no. Se ha creado un grave problema social en el cual todos los comuneros quieren hacer lo mismo y tener éxito. Pero lo más grave es que el efímero boom del turismo alejó a los jóvenes de la educación, especialmente universitaria, sin darse cuenta de que Celia Cruz con el Gran Combo de Puerto Rico tenían razón en su célebre canción: “No hay cama pa’ tanta gente”. Los comedores y las lanchas no podrán dar trabajo a la segunda y tercera generación de estos comuneros. De lunes a viernes, ven la vida pasar sin ninguna actividad productiva, esperando el ansiado fin de semana que medio les permita sobrevivir.

Y para poner el futuro más incierto, dos grandes desarrollos urbanísticos y de turismo están construyéndose en Portete de Ayangue y en Playa Rosada, los cuales probablemente estrangulen el crecimiento de esta comuna por su infraestructura y modernidad. Pues, lamentablemente, Ayangue carece de servicios básicos sostenibles: el agua potable es escasa, cortes frecuentes de electricidad, no tienen baterías de servicios higiénicos, la canalización de aguas servidas es precaria, ni siquiera una guardería infantil para los muchos bebés que deambulan en la arena mientras sus madres trabajan y la playa se contamina muy fácilmente con la basura y desperdicios de los pocos e irresponsables turistas que dejan comida y desechos enterrados en la arena o flotando en el mar. Algo tan elemental como un muelle y una rada para las lanchas no han podido ser construidos.

Es una necesidad imperiosa dar trabajo a estas familias en algo que sea sostenible durante toda la semana. Y creo que una alternativa saludable es la acuacultura, reconociendo que nuestros océanos son la mayor fuente de proteína animal, de la cual dependen 2.600 millones de personas en el mundo. Pero la pesca mundial es dos veces y media más grande de lo que el mar puede sosteniblemente soportar, lo cual significa que los humanos tomamos más pescado de lo que los océanos pueden naturalmente reemplazar. Los últimos cuarenta años la vida marina se ha reducido a la mitad.

Podemos hacerlo mejor y la solución es la acuacultura: las granjas de peces, de algas, de mariscos y crustáceos. Ya lo hemos hecho con el camarón. Lo podemos replicar con otras 500 especies marinas. Hagamos lo que pide el gran Jacques Cousteau: “Debemos empezar a usar el océano como granjeros en vez de cazadores. Eso es lo que pide la civilización, campesinos del mar en lugar de depredadores”. Los peces serán la última especie animal que cacemos. (O)

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