En los institutos superiores de educación no es extraño que algunos profesores, al observar las necesidades urgentes de capacitación que necesitan los estratos populares para desarrollar sus actividades, no las reconozcan entre sus actividades. Argumentan que son académicos y que su tarea prioritaria es la investigación, ensanchando la brecha entre los potenciales beneficiarios de los conocimientos con respecto a las llamadas academias, quienes a su vez las consideran como entes extraños a sus necesidades.
En los países subdesarrollados tenemos instituciones de investigación prestigiosas en la investigación y capacitación para la producción de cultivos agrícolas de exportación masiva, altamente eficientes en el cumplimiento de sus objetivos, pero de las cuales los países en donde despliegan sus actividades se interrogan sobre su participación para lograr su desarrollo.
No tengo duda de que en las sociedades desarrolladas pueden darse el lujo de no distraer a sus especialistas de sus tareas de investigación, pero en casos como el de nuestro país, la investigación debe ser aplicada a resolver nuestros problemas del subdesarrollo y las urgentes necesidades de capacitación que tienen las grandes mayorías de nuestros pequeños agricultores. Un ejemplo importante es el empleo del agua, recurso de gran importancia con que el país cuenta.
Las inversiones financieras realizadas por el Estado, provenientes de préstamos externos para el aprovechamiento del recurso, no han dado los resultados que se esperaban y más bien ha contribuido a aumentar significativamente nuestra deuda externa.
Esta situación similar entre los países tropicales subdesarrollados preocupó a la banca externa de créditos para el desarrollo. Las investigaciones realizadas por estas instituciones dio como resultado la necesidad de integrar al usuario organizado y capacitado en todas las decisiones de la construcción y administración de los proyectos de riego y el desempeño de la dirección a las autoridades sectoriales elegidas democráticamente, como son los gobiernos provinciales, que por su origen contaban con el respaldo de sus mandantes.
Entre estos dos sectores es necesario una entidad de capacitación y organización técnica, tarea que, no hay duda, corresponde a las universidades regionales (academias) contribuyendo con sus conocimientos a cerrar la brecha de un camino cierto al desarrollo. Esta ha sido la propuesta de la Universidad Técnica de Babahoyo (UTB).