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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Keynesianismo

13 de agosto de 2015

Las doctrinas económicas y políticas actuales se enfrentan en el espacio de una crisis dilatada y persistente, en el que sus estructuraciones constituyen aportes y sustracciones a la ingobernabilidad.

El neoliberalismo y el keynesianismo, con su versión actual del Estado interventor o su derivación ortodoxa, el llamado capitalismo de Estado, son algunas de las opciones que las sociedades políticas tienen a la mano para definir su arquitectura.

A partir de la Gran Depresión, John Keynes abogó por persuadir a favor de la impresión de una dirección de la economía caracterizada por la intervención estatal en la promoción del gasto derivado de la promoción del empleo con miras a reducir lo que él llamó principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos, aplicación práctica de las consabidas externalidades. En su obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936, estableció que tales deficiencias eran la incapacidad de esa sociedad económica que sabemos capitalista para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza.

Mientras en el liberalismo económico anterior, derivado de Adam Smith y su obra capital: La riqueza de las naciones, y otra de David Ricardo: Principios de Economía Política y Tributación, cuyos correlatos Keynes validó solo parcialmente, se sostenía “la naturaleza del medio que requiere el libre juego de las fuerzas productivas para realizar al máximo toda la potencialidad de la producción”. Algo que señala hacia “los controles centrales necesarios para alcanzar la ocupación plena” que, necesariamente, lleva consigo una gran parte de las funciones tradicionales del Gobierno. Él lo planteaba como resolución a la contradicción individualismo versus responsabilidad privada, ya que, en lo que se podría denominar un fundamento de la ética keynesiana, el individualismo es la mejor salvaguarda de la libertad personal, y sí puede ser purgado de sus defectos y abusos.

Las versiones modernas y posmodernas del liberalismo, especialmente aupadas por los Chicago Boys y el interés corporativo, sustentado por Robert Nozick, parten de aquella idea de Adam Smith sobre una supuesta “naturalidad de los procesos económicos” y de su convicción de que resultaban ineficaces los controles impuestos sobre ellos.

En sentido contrario, Keynes empodera al Estado, mediante políticas públicas y externalidades de la capacidad de intervenir en los procesos sociales, incluido el económico, para garantizar la justicia distributiva.

En términos económicos, implica actuar para corregir las fallas del mercado ostensibles en las crisis económicas periódicas, en los procesos de la anomia y otros colaterales, hoy bastante previsibles, mediante la reasignación de recursos técnicos y económicos a favor de sectores y regiones vulnerables, como el dictado de normas y la ejecución de políticas públicas tendentes a resguardar la supervivencia del Estado como espacio funcional de la sociedad política. (O)

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