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El Telégrafo

Jorge Swett en el recuerdo

03 de marzo de 2012

Qué difícil hablar en pasado de alguien con quien hasta hace poco compartíamos criterios y evocaciones acerca de personas y asuntos que nos eran muy cercanos.

Algunos de sus murales ya estaban cuando la vida me condujo a Guayaquil, pero lo conocí personalmente a partir de la apertura del Café Galería 78, en el que  junto a mi esposo, Juan Hadatty, nos embarcamos en el sueño de que fuera un espacio fraterno para que la cultura, en sus múltiples facetas, se manifestara.

Jorge fue uno de los primeros en acercarse con espíritu generoso y solidario. Diseñaba las invitaciones y programas de las actividades que se realizaban y los catálogos de las exposiciones plásticas. Trajo con él a otros cultores del arte y fue asiduo visitante y colaborador permanente.

Mi recuerdo de Jorge no va por el análisis de su personalidad en el mundo de la plástica, ni en el de la narrativa o la poesía que también cultivaba. Pienso en el amigo con quien durante casi medio siglo vivimos una amistad sin fisuras.

De aquel que nos abrió muchas puertas y con quien batallamos desde el Centro Municipal de Cultura, entonces llamado Patronato de Bellas Artes, para impulsar acciones relacionadas con ese ámbito en la querida ciudad de Guayaquil.

Jorge, que era su presidente, fue un formidable gestor  que, rodeado de un selecto grupo de artistas y escritores, convirtió a ese centro en el eje de la creación y difusión culturales de la ciudad, habiéndome confiado el honor de ser la secretaria del mismo.

Una intensa acción, reflejada en concursos y festivales de teatro,  conciertos, cine, narrativa, danza, ensayo, investigación arqueológica, se sucedía con la participación de los más destacados valores del país y algunos del extranjero, entre los que recuerdo a la colombiana Dora Castellanos, al venezolano Luis Pastori, a los chilenos Nicanor Parra y Raquel Jodorowski.

Hubo apoyo de la Comuna guayaquileña por la deferencia que el alcalde Assad Bucaram tenía para Jorge; Ileana Espinel era la concejala encargada de Cultura y ello produjo una feliz conjunción de voluntades en el afán de poner a Guayaquil en el sitial que le correspondía.

A través de los años nuestra relación continuó invariable y cálida, junto a un grupo de espíritus afines con los que mantuvimos lazos estrechos, compartiendo pesares y alegrías. Nos alegra que la vida nos permitiera ser amigos.  Le decimos adiós entre lágrimas y sonrisas, porque con él se van algunos de los mejores años de nuestras existencias.

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