Con el nacimiento de los partidos Socialista (PSE, 1926) y Comunista (PCE, 1931) surgió la izquierda ecuatoriana, pues hasta entonces solo existieron los partidos Liberal y Conservador. Con el “velasquismo”, surgido en los años 30 y la fundación de Concentración de Fuerzas Populares (CFP, 1948) nació el “populismo”.
En las décadas de los 60 y 70 empezó la fragmentación de la izquierda. Nacieron diversos grupos: VM, URJE, MIR, IC, MRT, FIU, FRIU, etc. Las “rupturas” más importantes ocurrieron con la fundación del Partido Socialista Revolucionario (1963) y del Partido Comunista Marxista-Leninista (PCMLE, 1964), pro chino.
Los partidos de izquierda normalmente fueron resistentes a la “democracia burguesa”, desconfiando del sistema electoral, aunque el PSE regularmente intervino en elecciones. Sin embargo, para la acción legal e institucional, nacieron UDP (Unión Democrática Popular) y el MPD (Movimiento Popular Democrático), directamente identificados con el PCE y el PCMLE, respectivamente.
El ideologismo y el dogmatismo marxista caracterizaron los enfrentamientos y contradicciones entre la izquierda ecuatoriana. La consecuencia política fue la descalificación de unos a otros en función de la “pureza” doctrinaria y la supuesta “línea” revolucionaria. Pero el derrumbe del socialismo real afectó a toda la izquierda, que también vio derrumbar la hegemonía ideológica del marxismo.
Como en ninguna otra época (no ocurrió algo igual ni siquiera con la integración del FADI, en 1978), la contienda electoral de 2006 y el proceso constituyente de 2007-2008, reunieron a la izquierda ecuatoriana. En el camino posterior comenzaron los distanciamientos frente al gobierno del presidente Rafael Correa. Y la coyuntura del referéndum y consulta popular recientes se constituyó en la oportunidad para que las izquierdas se ubiquen definitivamente en el proceso.
Un sector de las izquierdas ecuatorianas se identificó con el No, mientras otros lo hicieron con el Sí. Como en el pasado, reaparecieron dogmatismos y “purismos” revolucionarios. Pero todas las izquierdas deberían meditar en sus responsabilidades históricas. Porque lo cierto es que sus divisiones son las que han posibilitado que se facilite a las derechas construir sus propios intereses en contra de la consulta y del gobierno, al que, sin duda, esas derechas nunca le han identificado como expresión de sus intereses y peor aún como un gobierno suyo, como acusan ciertas izquierdas.