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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Izquierda y derecha

12 de septiembre de 2019

Durante la Revolución francesa (1789) los diputados de la aristocracia y el clero se sentaban a la derecha mientras los “patriotas” liberales se agrupaban a la izquierda del parlamento, diferenciándose en torno a sus propósitos de convertir al Estado en una suprainstitución, que representara el “pueblo soberano” y garantizara la igualdad política.

La izquierda francesa propagó la libertad, igualdad y fraternidad, frase contradictoria. La libertad significaba permitir la realización de todo lo deseado por el cuerpo y el imaginario, para alcanzar la felicidad personal; y asimismo, la libre circulación de mercancías, capital y fuerza de trabajo.

En sí mismo, el ideal de libertad individual era opuesto al de fraternidad social, problema que el liberalismo moderado enmascaró con la caridad. La igualdad significaba eliminar privilegios y consagrar el voto universal, para elegir representantes ante las funciones del Estado.

Un paso adelante, las izquierdas europeas concibieron la destrucción del Estado liberal burgués, para transformarlo en un Estado popular socialista. Los obreros dirigirían el Estado político y administrador de los medios de producción, a efectos de distribuir los beneficios de manera igualitaria. La felicidad social plena se alcanzaría en el Comunismo, momento de la historia en el que no existiría el Estado, una vez alcanzada la conciencia social superior.

Para los liberales radicales de América Latina (siglo XIX) el objeto de la política fue la sociedad en el marco de Estados soberanos, laicos, integrados, antiimperialistas y anticolonialistas. El ala social de la Iglesia católica politizó a Cristo y su lucha por los pobres, palabra adoptada en el discurso reformista, para responder a las demandas de los desposeídos.

El siglo XX vio nacer a las izquierdas latinoamericanas, cuyo fin sería el Estado distribuidor y garante de los derechos humanos. Resultado de su tiempo, nuestros proyectos de izquierda del siglo XXI han sido necesariamente contradictorios: a la vez que enunciaron la igualdad social, promovieron la acumulación y dependencia del capitalismo global monopólico.

La crisis ecológica, evidente en el drama de la Amazonía, coloca a la izquierda latinoamericana ante el desafío de buscar su coherencia, abandonando el desarrollismo acumulador e iniciando el ensayo del ecosocialismo. (O)

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