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El Telégrafo

Irritante discurso

19 de junio de 2012

Asoman sus narices como si nada, como si el descalabro se hubiera revertido, como si su fórmula fuera exitosa. Es todo lo contrario: tantos años de ver al Estado como el enemigo a abatir llevó a muchas sociedades al precipicio; ellos, los neoliberales, han hecho mucho daño, han acabado incluso con nociones básicas de dignidad cuando empujan a la gente a buscar entre la basura algo que les alimente el día, o cuando a tanto joven profesional, de Europa sobre todo, los han devuelto a casa de su padres para vivir arrimados a la precaria pensión de sus “viejos”.

Asoman cínicos y lo harán, ya aquí en nuestro contexto, ante cualquier oportunidad. Como esta del sobreendeudamiento de algunas familias. Ahí está, lo habían advertido: hay demasiado gasto, mucho despilfarro. Así que los hospitales, la educación, la conectividad, eso son las carreteras, se debería parar para que no exista demasiado dinero en manos de tanto pobre.

Y esa irresponsabilidad, la de esas élites hasta ignorantonas, tiene aliados por todas partes. Lo medios están en primera línea, reproduciendo un discurso que, a la luz del pretérito desastre, en la región, y el actual en muchas partes de Europa, resulta asombroso que alguien sea capaz de recuperar.

Deberían  estar calladitos, moviéndose en la sombrita, en lo suyo, en la empresa, en el gremio, en cierta cátedra.

Pero hay mesas redondas, en los llamados programas de opinión, que
hablan para ellos, autorreferenciándose, sin un mínimo de rigor, sin autocrítica. No ha pasado nada, todo lo contrario: el llamado “Estado de bienestar” es el responsable porque no había cómo repartir tanto a través de la seguridad social. En su lógica perversa está bien que unos pocos concentren, acaparen, como si fueran a vivir mil años para poder gastar lo que a los demás quitan.

Pero claro que sí hay problemas, como el dinero “fácil” que hoy ofrecen algunos bancos o tarjetas de crédito. Ya debería salir la Superintendencia de Bancos con un conjunto de regulaciones para parar semejante feria.

¿Por qué pueden llamarnos con tanta insistencia? ¿Quién les dio nuestros números? ¿No eran los datos confidenciales? Hay violaciones flagrantes, intromisión burda en nuestra cotidianidad, y nada. El organismo de control ha sido lento, como queriendo darle de comer a esos “críticos” muy cínicos.

Los neoliberales, que sumisos firmaron cualquier carta de intención del FMI, intentan pescar a río revuelto. Haya que estar atentos para no comprar su contaminada mercancía.

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