Antier, 24 de Mayo, se cumplieron 30 años del magnicidio en que pereció el Presidente de los ecuatorianos, Jaime Roldós Aguilera, su esposa Martha Bucaram Ortiz, el ministro de Defensa, general Marco Aurelio Subía; su esposa, y toda la tripulación del avión presidencial. Todo indica que se trató de una conspiración en que participaron la CIA, el Mossad (central del terrorismo y el espionaje de Israel), altos mandos de las tres ramas militares del Ecuador, políticos derechistas de la fauna criolla (léase democratacristianos, socialcristianos, etc., etc.). Treinta años después, el horrendo crimen continúa en la impunidad, sin que ningún gobierno tuviera desde entonces la honestidad ni el valor suficientes para culminar las investigaciones que permitan castigar a los culpables. Por su parte, Martha Roldós, hija de las víctimas principales, acaba de hacer la asombrosa declaración de que no ha tenido tiempo de ocuparse del luctuoso aniversario por hallarse dedicada a labores políticas relacionadas con el No derrotado en las urnas el 7 de mayo, de la que ella fuera notoria abanderada.
¿Y qué tiene que ver el asesinato de Roldós con Irán, el país anunciado en el título de esta nota? Más de lo que puede suponerse. Roldós fue víctima de su apego a la soberanía nacional, su decisión de recuperar para el Ecuador el dominio sobre su petróleo, ambicionado por las multinacionales; su defensa de la independencia de las naciones, su abierta simpatía por la causa palestina, su rechazo a los traficantes de armas israelíes, su condena a las dictaduras militares instaladas en el continente por la CIA y el Pentágono. Razones todas ellas para eliminarlo, como lo ratifica John Perkins, el experto y publicista norteamericano en su obra “Confesiones de un sicario económico”. Por similares motivos, ahora Irán está en la mira de estos colosales representantes del crimen organizado.
Oficialmente, los Estados Unidos aseveran que el Gobierno de Irán proporcionó los explosivos que sirvieron para la voladura de las Torres Gemelas, novísimo descubrimiento a los diez años del atentado criminal; aseguran, además, que Irán pretende construir armas nucleares, lo que nos recuerda la famosa versión de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, descomunal mentira que sirvió de base para la invasión y destrucción de Irak, así como para apoderarse de su petróleo.
En relación con esta nueva amenaza, que se suma a la cadena guerrerista armada por los yanquis (Irak, Afganistán, Libia), cerca de 50 panelistas acabamos de participar en Teherán, la bella capital iraní, en una conferencia internacional contra el terrorismo y por una paz justa, en que coincidimos que el milenario imperio persa, hoy llamado Irán, ni exporta terrorismo alguno ni propicia guerras, sino que es la nueva presa que buscan los insaciables belicistas de Washington. Ya comentaremos sobre esta importante conferencia.