El Presidente de la República formuló un efusivo llamado a la concertación a los sectores empresariales, de trabajadores, campesinos, pueblos ancestrales y demás ecuatorianos para, en conjunción de anhelo, lograr una patria nueva. Concertar, implica, sin renunciar a los principios, ampliar la visión sobre la realidad del país y sus problemas, con el compromiso de tolerar puntos de vista de otros y, a veces, ceder posiciones, en procura de estructurar tesis y soluciones de consenso en beneficio de la nación y sus habitantes.
La gente noble y altruista promueve el diálogo y se alista a enderezar rumbos, pero el iracundo, el petulante y el cargado de odio jamás accede al intercambio de criterios porque teme ser descubierto en sus malévolas intenciones. Con ese grupo humano, inmiscuido en la derecha política, no es posible ni siquiera conversar, si solo piensa en destruir al adversario.
No es procedente compartir con los eternos perdedores, que instigan a los escasos descontentos, a la práctica de ridículos plantones con el protervo fin de escandalizar y sabotear, soterradamente, los cambios estructurales que lidera el guía del Socialismo Siglo XXI.
Es inútil invitar a dirigentes del MPD, SP y otros resentidos por la pérdida de sus privilegios, que en asocio de la oligarquía y el apoyo de la prensa “independiente” perturban el desarrollo de la Asamblea e intentan frenar la aprobación de leyes urgentes que tienden al mejoramiento de la administración del Estado.
El llamado del Ejecutivo no tendrá eco, mientras columnistas de diarios privados no cesen de conspirar, furtivamente, contra el régimen constituido democráticamente. Es evidente el constante elogio a la protesta callejera y el silencio a las grandes obras sociales, iniciadas y en marcha dentro de la nueva era de la Revolución Ciudadana. Los ecuatorianos se pronuncian por el diálogo amplio y abierto entre los protagonistas del quehacer político. Nadie duda que de la controversia se deducen los yerros y se irradia la verdad. El llamado patriótico del Primer Magistrado es una prueba de su sentimiento democrático y su elevado espíritu conciliador, por su formación y principios.
Recuerdo los sabios pensamientos de Chejov: “Tiene razón quien es verídico”, y de José Berjamín: “En cierto momento, la única forma de tener razón es pidiéndola”. Solo los tercos y cobardes huyen para disparar desde su escondite”.