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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Intimidades que deterioran la política

29 de septiembre de 2015

No debería tener mayor alcance un tema doméstico de sábanas. Pero más allá de los protagonistas -y sus respectivas indulgencias- de aquel culebrón capitalino, vale compartir algunas apreciaciones en un contexto más amplio de los hechos.

Sin la intención de recapitular el escándalo edilicio (lo cual podría incidir en un aparente afán moralizante, cosa que no es mi propósito), lo pertinente es señalar que tal exposición mediática tuvo resonancia ya que los involucrados son autoridades metropolitanas designadas por la confianza de la gente en las urnas. Entonces, su investidura quiteña está por encima del comadreo de barrio.

Los actos y gestos humanos, sin duda, abarcan repercusiones. Y el episodio aludido trajo cola con renuncia incluida del “acosado”, aparte de la demanda y sentencia de 15 días de cárcel. El acontecer diario conlleva la suma de responsabilidades que deben ser asumidas con hombría de bien. Y ahí cabe una primera abstracción: la caballerosidad hay que practicarla en todo momento, no solo con el aroma de la seducción.

El video casero del otrora concejal Antonio Ricaurte, en donde se refiere de manera descortés en contra de su excolega Carla Cevallos, corrobora el influyente despliegue que poseen las redes sociales, a la vez que pone sobre el tapete los límites de la vida privada con la gestión pública, ya que este material audiovisual corresponde a cuestiones particulares y familiares del autor del mismo, por lo tanto, su filtración es impropia en el devenir comunitario. Sin embargo, aquella intimidad, ventilada desde la versión de Ricaurte, comprueba que nuestra sociedad aún está sumida en la cultura del machismo y la agresión al otro (a). Aunque parezca banal, la trama descrita deja en evidencia los rasgos patriarcales todavía palpables. Además, no creo que este sea el mecanismo sensato y apropiado para recomponer una relación marital.

Lo que aquí queda latente es que quienes están envueltos en menuda comidilla son personeros municipales, cuya labor está determinada por derroteros políticos en los ámbitos legislativo y fiscalizador. Y para el efecto es primordial la credibilidad y la confianza poblacional. La seriedad con la que se asumen los compromisos ciudadanos. Los concejales (as) deben trabajar por el bien común, trazar líneas tendientes al desarrollo de su ciudad, sugerir iniciativas viables, contribuir a una planificación integral, debatir con altura, proponer normas, analizar y aprobar políticas públicas sostenibles y realizables. Mal que les pese, para esta tarea también hay que cuidar la imagen a todo nivel.

Los políticos deben dignificar a la política desde el desempeño de sus funciones y desde la obligación habitual de sus entornos. Ser y parecer en el ejercicio asignado por los mandantes. Los políticos deben comprender que tras sus decisiones está el futuro de sus territorios, ante lo cual no caben trivialidades en la agenda establecida según sus competencias.

Lamentable situación que ha tenido un adicional morbo social. A propósito de aquel tono peyorativo y sexista envuelto en esta historia me pregunto: ¿Hay mujeres ofrecidas? ¿Hay mujeres fatales? Y antes de responder estas improcedentes inquietudes, desde la otra orilla del género también debería interrogarse: ¿Hay hombres mediocres y cínicos? Usted concluya con su propia reflexión. (O)

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