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El Telégrafo

Internacionalismo antidemocrático

02 de diciembre de 2011

Insólita la actitud de Álvaro Uribe de oponerse a la visita de su sucesor -el presidente Santos- a Venezuela; no solo por vía de opinión, sino con el agravante de colaborar activamente con la derecha política venezolana a boicotear las actividades de quien es su propio sucesor en la dirección política de Colombia. Uribe ataca las acciones de su país fuera de su país, lo que bordea la condición de deslealtad a su propia nación, a la vez que a un gobierno que no es de signo ideológico opuesto al suyo, sino uno que lo continúa, pero sostiene el importante matiz de cuidar las reglas de la democracia, cuestión que a Uribe supo tenerlo sin cuidado.

En nombre de una supuesta “seguridad democrática”, Uribe, cuando fue presidente, tuvo a muchos de sus parlamentarios y varios de sus ministros enjuiciados por relación con grupos paramilitares y sus respectivas acciones ilegales. En su época se dio la triste política de los “falsos positivos”, por la cual se mataba inocentes con la sola función de cobrar por las muertes, dado que se había puesto precio a las mismas. Uribe pretendió llenar su propio país de tropas estadounidenses (¡siete bases militares!), mantuvo el conocido Plan Colombia diseñado desde el poder del Norte, vivió en sempiternos conflictos con sus países hermanos Venezuela y Ecuador.

Ahora que ya no preside Colombia (pues se le frustró judicialmente la posibilidad de un tercer mandato) lo tenemos en una fundación autodenominada “Internacionalismo democrático”, que mucho tendrá de lo primero, pero nada de lo segundo. Para promover la democracia, hay alguna vez que haber demostrado respetarla. No es el caso con Uribe, ni cuando el ejercicio de sus presidencias ni -menos aún- en cuanto al debido respeto frente a gobiernos que, como los de sus vecinos Venezuela y Ecuador, han sido elegidos por irreprochables y repetidas elecciones ciudadanas, y trabajan diariamente por una soberanía en relación al mundo del mercado y a la política imperial que son desconocidas totalmente por el “democrático” ex presidente colombiano.

Quienes han apostado a doblarse en actitud de servidumbre ante el capitalismo internacional nos confunden cada vez menos: el capitalismo va contra la democracia, de democrático nada tiene intrínsecamente. De tal modo, habría que decir las cosas de manera más nítida: se trata -en el caso de Uribe- de favorecer el internacionalismo capitalista, el internacionalismo regido por la hegemonía de los Estados Unidos fuera de su propio territorio, en suma, el internacionalismo antidemocrático. En el nombre del cual, ciertamente, sería por completo ilegítimo pretender obstaculizar los caminos políticos elegidos en libertad por el pueblo del Ecuador, pues no es precisamente gratitud lo que ese pueblo debe a una figura que -como Uribe- le operó constantemente como férrea adversaria desde su sitial de poder presidencial.

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