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El Telégrafo

Integración ilegítima

09 de abril de 2011

Vi la película  Gran Torino, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, y me suscitó reflexiones sobre la integración de los jóvenes en el mundo globalizado. En la película, Walt Kowalski, un veterano de guerra, racista y gruñón, es víctima de un intento de robo por parte de un vecino, un joven de la etnia Hmong, quien es obligado por los miembros de una banda a robar un auto Gran Torino, propiedad de Kowalski.  Al estilo de Clint Eastwood, Kowalski impide el robo usando su arma personal, pero no reconoce a su atacante. Luego se entera de que es su joven vecino y tiene con él una relación paternal, tan eficiente que al final le dejaría por vía testamento el Gran Torino, cuando muere a manos de los pandilleros.

La película ocurre en una ciudad que evoca el Detroit post-industrial. Esa ciudad fue cuna del emporio automotriz norteamericano y algo que no cuenta la película es que allí ocurrieron los primeros experimentos neoliberales que condujeron a su desmantelamiento. En la película, la decadencia se le achaca a las bandas de negros, latinos y de Hmong, una etnia de origen chino, asentada principalmente en Laos.

Lo que tampoco cuenta la película es que los Hmong están allí por los efectos de la guerra del Vietnam. En los años sesenta, y previendo una avanzada de las fuerzas comunistas, los Estados Unidos llevaron a cabo, en Laos, lo que se llamó la guerra secreta: la creación de grupos de apoyo conformados por pobladores de los países vecinos. Varios de los Hmong de Laos fueron reclutados por el Ejército norteamericano como fuerzas de choque contra el avance de los comunistas y una vez que estos triunfaron, iniciaron una persecución a los Hmong, quienes, a su vez, fueron abandonados por sus antiguos aliados norteamericanos. Esto hizo que muchos de los Hmong de Laos empezaran una diáspora que les llevó hasta campos de refugiados en Tailandia y eventualmente algunos viajaron hacia Norteamérica, a disturbar la casa de Kowalski.

Muchos han celebrado la película como un tributo al multiculturalismo norteamericano. Sin embargo, el desconocimiento de las razones de la diáspora Hmong, de la desregulación que condenó a miles de jóvenes migrantes, latinos y negros a la ilegalidad y que irrigó la epidemia de crack, y el hecho de que a los jóvenes solo le queden como alternativa una entrada tutorial a la sociedad o la muerte, dejan un halo de patetismo sobre las opciones de integración de los jóvenes migrantes a la Norteamérica globalizada.

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