El revuelo que ha causado la desaparición de María Belén Bernal es natural debido a que ha ocurrido al interior de una institución que es financiada y sostenida por todos para que cuide de nuestra seguridad, mientras en la práctica ocurre todo lo contrario, al parecer allí se ha perpetrado un crimen horrendo.
He escuchado a quienes sostienen que este es problema personal y no institucional, y que no afectaría a la credibilidad de la institución y del propio gobierno. No concuerdo con esta idea, todo lo contrario. Ya lo dijo el feminismo radical en su momento, lo personal es político, y si allí mataron a una mujer por su condición de serlo, significa un feminicidio en el que está implicado no solo el esposo o la supuesta amante, ambos policías, sino una institución que aparentemente no cuida la seguridad, y se va transformando en el epítome de la inseguridad, de la impunidad y del espíritu de cuerpo.
El pacto social que da origen a los estados modernos establece una autoridad en nombre supuestamente de seguridad y de la defensa de la vida de sus miembros. Ya los feminismos habían planteado que este contrato se hizo en términos de los hombres para proteger los derechos de los hombres, lo que no se había constatado aún es que las instituciones del estado como la policía pueden ser los espacios para perpetrar feminicidios practicados por miembros de la propia institución, nada menos que maestros policías que instruyen a otros policías. Y, además, que en esa institución no solo que no se habría hecho nada frente a gritos de auxilio de la mujer desaparecida, sino que se habría colaborado para desaparecer el cuerpo y dar facilidades al homicida para su huida.
No tenemos muchos datos de violencia de género en la Policía Nacional, sin embargo, un corto estudio de graduación del Colegio de Ciencias Policiales en la Universidad San Francisco de Quito, cuyo decano era el actual presidente del Consejo de Educación Superior CES, plantea que en el año 2014 fueron apresados 584 policías de un total de 44 mil aproximadamente, debido a violencia intrafamiliar, razón de alarmas que hizo que iniciaran campañas al respecto. Además, recordemos que el 8 de marzo reciente la Policía se activó para reprimir de forma violenta a una marcha pacífica de las mujeres.
En este sentido, el alcance de lo ocurrido es muy grave y solo contribuye a desnudar un Estado, un sistema y unas instituciones que no solo no protegen a las mujeres, sino que las asesina y desaparece. Así el Estado se convierte en un feminicida y las mujeres deberíamos en adelante cuidarnos de este “nuevo” enemigo que asecha. Lo curioso es que debamos seguir trabajando y cotizando a un Estado de este tipo, a un Estado patriarcal, violento y feminicida que no es que no incluye entre sus prioridades los problemas de las mujeres, que a eso ya estábamos bastante habituadas, sino que ahora en sus dependencias puede asesinarnos porque están siendo instruidos para matar (nos).