Gracias Richard Carapaz por ese extraordinario regalo con el que nos maravillaste a los ecuatorianos. La medalla de oro obtenida en los Juegos Olímpicos es un presente invaluable, un obsequio imposible de olvidar, una hazaña inmortal. ¡Eres inmortal Richard! En el tiempo de todos los tiempos, en el espacio que llena todos los espacios; tú nombre será resguardado con la gloria que nos trajiste y legaste: la inmortalidad olímpica.
Gratitud es una palabra gigante que se escribe tal y como se pronuncia Carapaz. La noche del triunfo inicié viendo la carrera y sentí que en tú pedalear y pedalear se venía una gran alegría. El sueño me echó a dormir y cuando desperté y prendí el televisor, estaban en la ceremonia de premiación y se escuchaba nuestro himno nacional. Flameaba la bandera y el sol era más sol y las nubes eran más azules y más celestes y el aire olía a raspadura con manzana verde y guineos en flor. Viví un momento de Dios: insuperable, grande como Dios mismo; era gozo, mi corazón rebosante de gratitud y sentimiento patrio: "Carapaz, Carapaz se escuchaba en todos lados".
Tu nombre lo cantaba la patria y desde al Carchi al Macará y desde el Cerro Santa Ana hasta el Panecillo una guirnalda de flores y de camarones y de camotillos y de morochos y papas chauchas salían de los suelos, montañas y ríos para cantarle a tu triunfo y perennizar tú victoria.Te escribo campeón olímpico; te canto compatriota carchense; tú don es la poesía en las rutas que te impongas ganar y hacer historia.
Ha nacido una nueva especie de árboles: el Carapaz que un día sin apoyo subió y subió y jamás descendió.
Gracias Richard, no importa lo que digas: eres orgullosamente ecuatoriano. Nos trajiste Oro porque tú mismo eres Oro. Inmortal Richard inmortal!