Es preciso buscar soluciones eficaces a la hora de superar la crisis de valores que estamos sufriendo. Para ello puede influir el maestro sobre sus alumnos, los padres sobre sus hijos, los políticos sobre sus ciudadanos, los médicos sobre sus pacientes, los sacerdotes sobre sus fieles. Todos, de alguna manera, podemos influir para lograr una comunidad con auténticos valores.
Recientemente, el papa Benedicto XVI, durante su visita a México, hizo un llamado a los católicos de ese país, “a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal y a hacer un esfuerzo solidario, que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos”.
Agregó: “La Iglesia llama a sus fieles a ser buenos ciudadanos, conscientes de su responsabilidad de preocuparse por el bien de los demás, tanto en la esfera personal como en los diversos sectores sociales”. Concluyó diciendo: “Sé que ahora millones de familias redoblarán sus esfuerzos para vivir de acuerdo a los más altos valores, que puedan evitar que los jóvenes caigan en la ambición del dinero fácil, a través de caminos falsos de violencia o delincuencia”.
Con respecto a la cultura, muy arraigada en la gente de estos tiempos, de conseguir “dinero fácil”, debemos recordar que el dinero, para que sea noble y bien habido, tiene que ser trabajado con el sudor de nuestra frente, procurado con nuestro esfuerzo o el de nuestros padres; es decir, un dinero notablemente logrado.
Sin duda alguna se puede aprender la forma de influir positivamente, evitando improvisaciones. El que mejor sabe improvisar es el que se prepara con mayor diligencia.
El estadista inglés Winston Churchill solía expresar: “Me voy a preparar la improvisación de mañana”. La preparación adecuada y puntual resulta esencial para el que quiere dejar una huella positiva en la sociedad y en las personas.
En consecuencia, lo que realmente importa es influir sin manipular, educar sin obligar, orientar sin empujar, aconsejar sin exigir, escuchar sin juzgar, proponer sin imponer. De esta manera es conveniente influir para mejorar.
El filósofo griego Platón nos enseñó: “Con la buena educación el ser humano se convierte en una criatura mansa y divina, pero sin educación el hombre se convierte en el más feroz de los animales. La educación y la enseñanza hacen mejores a los buenos y logra que los malos sean buenos”.
Finalmente, estoy convencido de que un pueblo que trabaja unido para avanzar hacia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones, en paz, concordia, justicia y solidaridad, trascenderá en el tiempo y en el espacio.
Por lo expuesto, resulta de medular importancia educar en valores para alcanzar el buen vivir.