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El Telégrafo

“Indígnense”

29 de junio de 2011

Es el lema de la juventud más consciente de Europa tras la publicación, en Francia, el año pasado, de un libro con esa palabra como título. Las manifestaciones de indignación comenzaron en España donde la tasa de desempleo es la mayor de la Unión Europea. Y se está extendiendo a los demás países, como por ejemplo en Grecia, que recibe préstamos de los “países hermanos de la Comunidad Europea” con condiciones mortales para las clases más pobres. También comienzan a levantarse jóvenes indignados en Francia y Alemania donde campea el neoliberalismo más salvaje. El único país europeo que se ha resistido a financiar el saqueo de los banqueros es Islandia, tal vez el más pequeño del viejo continente.

En América Latina conocimos estos remedios peores que el mal del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, en la década de los ’90, hasta la quiebra de los bancos cuyas pérdidas nos hicieron pagar a todos los ecuatorianos cuando congelaron nuestro dinero que todavía no logramos recuperar.

Los jóvenes se indignaron por el despilfarro en sus propios países, el saqueo de las materias primas en los demás continentes, las privatizaciones de los servicios públicos, la disminución de los impuestos para los más ricos, la baja de los salarios y de las jubilaciones… ¡Ojalá estas protestas vayan acompañadas de propuestas, o sea, de un nuevo modo de vivir en sociedad y un cambio de estructuras económicas y políticas! Que se dé prioridad al compartir solidario, la equidad económica, la democracia participativa, el respeto a la naturaleza, una ética comunitaria… todo esto diseñado a partir de la ciudadanía organizada y creativa. Bien cerca de Europa, los países árabes, con la participación de muchos jóvenes, buscan mejorar su situación.

Aquí en América Latina, los cristianos hemos aportado mucho en los 50 últimos años por haber estado insertos en los movimientos y las luchas populares. Seguimos aportando, desde nuestras reflexiones y experiencias comunitarias, desde la teología de la liberación, desde una lectura de la Biblia confrontada con la realidad, desde la valoración de la cosmovisión y las culturas indígenas… Nuestro mundo necesita de un suplemento de espiritualidad que los pobres de las grandes religiones hemos sabido conservar y actualizar. Que sepamos compartir  nuestra sabiduría para la unión y el fortalecimiento de todos los que nos sentimos indignados por sistemas que no nos respetan, aquí y más allá de todas las fronteras que se nos quiere imponer.

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