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El Telégrafo

Indignados en Wall Street

08 de octubre de 2011

Docentes universitarios, trabajadores de 15 sindicatos, veteranos de guerra, intelectuales, amas de casa y personas de variado origen y condición, marchaban desde la plaza Liberty en el bajo Manhattan, hasta la Alcaldía de Nueva York. Muchos compartían la situación de desempleo  y portaban carteles pidiendo trabajo y no recortes; otros lanzaban proclamas contra la guerra y lamentaban que en su país solo se abrieran oportunidades en las ramas conectadas con la industria bélica. Algunos iban más allá y señalaban su rechazo al sistema capitalista y a sus instituciones. Al principio los ignoró la gran prensa, pero ante la rápida extensión del movimiento a 32 ciudades norteamericanas, tuvo que  informar acerca de este fenómeno y de la modalidad en que se organizan. Reciben diariamente donaciones de alimentos y con ellos han abierto una olla común a la que acuden miles de personas, incluyendo a trabajadores de sectores cercanos, o simplemente  quienes no tienen el dinero suficiente para comprar la comida de cada día. Voluntarios se turnan en el servicio de cocina y reparto, y uno de ellos expresó su complacencia por encontrarse en un ámbito desconocido en que priman la bondad, la solidaridad, el interés por el otro. “Conocí la alegría de dar”, expresó.

En España, Italia, Israel,  Inglaterra y, por supuesto, Grecia, los “indignados” se han convertido en la sal de la tierra.

En sus inicios eran fundamentalmente jóvenes que protestaban contra los recortes presupuestarios en la educación y el alto desempleo que para su segmento se acerca al 50%. Frente a la crisis y la receta neoliberal impuesta por los gobiernos europeos, crece la desocupación con las políticas adoptadas y con ella la falta de oportunidades y la previsión de un futuro incierto. A fin de salvar a la banca internacional se sacrifica la calidad de vida. Se alarga la edad para las jubilaciones, se recortan salarios y pensiones. A pesar de ello, el capital exige más despidos, mayores impuestos, en un ciego programa que conduce a una inevitable recesión.

Aunque no exista conciencia en muchos de los manifestantes, su protesta está dirigida contra el capitalismo, basado en el egoísmo individual y el consumismo. Pese al bombardeo diario a la inteligencia a través de la banalización y sesgos de la información, con la que controlan a las masas;  de la violencia y la droga, pervive el anhelo por el buen vivir, que solo puede darlo un nuevo sistema social basado en el humanismo y la justicia.

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