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El Telégrafo

Indignación mundial

20 de octubre de 2011

Por primera vez en la historia, Wall Street es el escenario de las protestas de millares de personas que, agrupadas en el movimiento “Indignados”, expresan sus quejas por las desigualdades e inequidades de la sociedad contemporánea. Allí, los autoconvocados recibieron el respaldo de los escritores Salman Rushdie, Michael Cunningham y Naomi Klein.

Creo que el nonagenario intelectual Stéphane Hessel, autor de la obra “Indignaos”, debe sentirse satisfecho al ver que actualmente en los cinco continentes, ciudadanos de todas las nacionalidades demandan a sus respectivos gobiernos el cumplimiento de los compromisos sociales que por irresponsabilidad, desidia o indolencia no han honrado. El fin de semana pasado, el movimiento de los “indignados” adquirió una dimensión planetaria, llevando a las calles a decenas de miles de hombres y mujeres.

Alentados por los autodenominados “Occupy Wall Street”, 951 ciudades en 82 países hicieron suya la protesta contra el capitalismo y la crisis económica. En Nueva York, se detuvo a 71 manifestantes, lo que elevó a 267 el total de participantes privados de su libertad. En el viejo continente, la protesta dejó muchos daños y cientos de detenidos.

Roma concentró las mayores manifestaciones marcadas por violentos disturbios. En España, centenares de personas se mantenían la noche del sábado en un hotel de Madrid, que estaba vacío y donde pernoctaron para apoyar la ocupación del edificio, que pretenden ceder a familias desahuciadas de sus viviendas. En Londres, los manifestantes llegaron hasta las oficinas de la Bolsa de Valores; en Berlín se agruparon frente a las puertas de la cancillería y a Bruselas llegaron caminando -procedentes de España- armados con pancartas, recorriendo los 1.600 kilómetros que separan a la capital belga de España. Denunciando los actos desaprensivos de banqueros y financistas, los congregados, dejando de lado las diferencias de clases y de simpatías políticas, religiosas o de cualquier otra índole, se reunieron para dejar oír su voz de protesta contra la opresión, la injusticia y la inequidad; contra las élites que –por preservar estatus e intereses– someten a los ciudadanos en todo el mundo, actuando en forma condenable en detrimento del bien común. Pienso, sin lugar a dudas, que el movimiento de los “indignados” es ya irreversible. Se trata de un despertar de la gente ante los males que nos arropan, ante tanto atropello, tanta agresión a la naturaleza y tanto irrespeto a la condición humana.

Entonces, hemos de concluir que los grandes problemas sociales provocados por el capitalismo no se resuelven con leyes ni con discursos, sino más bien con acciones concretas para favorecer a los grupos más vulnerables. Es necesario demostrar a las clases dirigentes que los ciudadanos del planeta somos capaces de unirnos para reclamar nuestros derechos, exigir que se nos tome en cuenta y se nos respete.

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