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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Incendios de verano

10 de septiembre de 2015

Los incendios son gravísimos desastres, que estallan de modo sorpresivo y causan graves estragos en la naturaleza y la vida social. Algunos de ellos pueden ser clasificados como desastres estrictamente naturales, puesto que son causados por condiciones ambientales (sequía, calor, sol radiante) que provocan la combustión espontánea de ciertos elementos. Pero otros deben serlo como desastres causados por el hombre, pues son producto de actos accidentales o deliberados de las personas.

En nuestra historia colonial se recuerda el incendio del edificio del Estanco Real, causado la noche del 22 de mayo de 1765 por los pobladores quiteños, tras descubrirse que en ese local se adulteraba el aguardiente de caña, agregándole vallico o cizaña para darle más fuerza al licor, pues este cereal silvestre, que crece junto al trigo, suele ser parasitado por un hongo tóxico.

Pero el más memorable incendio de Quito ocurrió ya en la república, en 1929, cuando el fuego destruyó el Museo Arqueológico Nacional, inaugurado recién cuatro años antes por la Universidad Central del Ecuador, siendo rector el doctor Isidro Ayora. El Museo se encontraba en la parte frontal del actual edificio del Centro Cultural Metropolitano y su primer director fue el científico germano Max Uhle.

En este repositorio se exhibían valiosas colecciones científicas, que incluían antiguas piezas líticas y tejidos indígenas precolombinos, aunque sus principales tesoros eran los huesos de animales prehistóricos hallados en los valles próximos a Quito, destacando la osamenta completa de un mastodonte de Alangasí. El incendio destruyó todos estos vestigios históricos, junto con la documentación que respaldaba sus hallazgos.

Con esos antecedentes llegamos a los incendios forestales contemporáneos, que se han convertido en un azote periódico de la capital ecuatoriana y sus alrededores.

Hay zonas especialmente sensibles a estos siniestros, como las de los bosques de las laderas del Pichincha y el Parque Metropolitano, los cerros Ilaló y Auqui, la loma de Puengasí, las laderas que bajan hacia los valles, la zona de Puembo y, en general, todas las quebradas de la región, donde hay chaparros y pequeña vegetación que alimentan incendios difíciles de controlar.

Y hay unos años peores que otros. En 2011 hubo 580 incendios forestales entre mayo y agosto. En 2012 la ciudad sufrió casi dos mil siniestros de este tipo, en su mayoría causados por el calor y sequedad del verano, la presencia de botellas en el suelo y la expansión de fuegos causados por campesinos que quemaban rastrojos o jóvenes excursionistas. Sin embargo, la Policía estableció también que hubo varios incendios provocados por manos criminales.

Para combatir este flagelo, la Municipalidad de Quito inició en 2010 el Plan de Prevención y Control de Incendios Forestales, que inicialmente tuvo buen éxito, pero que luego parece haber sido descuidado.

Estos siniestros han alcanzado ya tal magnitud que exigen ser tratados como un problema mayor del Distrito Metropolitano y del país, mediante un sostenido plan educativo de la población y un adecuado equipamiento técnico de los cuerpos de bomberos. (O)

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