Los cables diplomáticos reportados por el portal WikiLeaks muestran de cuerpo entero las formas perversas con que funcionarios del Gobierno de EE.UU. tratan a gobernantes de países amigos. A sus presidentes los estigmatizan. Creen que sus estilos, organización y funcionamiento de los gobiernos, las políticas y los responsables de su ejecución son lo peor; claro, desde el punto de vista de sus intereses y métodos imperiales.
En su doble discurso, ni los mejores aliados escapan a su iracundia. Es todo un complejo de espionaje. Nada está fuera de su control. Lo económico-financiero (Wall Street, FMI, GAFI, BM), lo comercial (OMC, Senado), lo político-militar (CIA y Fuerzas Armadas), el narcotráfico (DEA). Históricamente sus tentáculos han estado en gobiernos, fuerzas armadas, policía, justicia, universidades, movimientos sociales, partidos políticos, etc. Por cierto que han manejado los Bancos Centrales, ministerios de Finanzas y cancillerías.
Incursionan en todo lado. En la redacción de los tratados, los golpes de Estado, invasiones y guerras. La acción depredadora y expoliadora de las transnacionales responde a esa política.
Cuando los países con gobiernos democráticos, no digamos revolucionarios, recuperan soberanía y van superando la subordinación y prácticas entreguistas, sufren sus represalias bajo diversas formas y pretextos.
Los textos de los cables, verdaderos improperios y diatribas, afectan la dignidad nacional y el honor del presidente Rafael Correa, máxima autoridad del Estado y Gobierno, representante del pueblo ecuatoriano, que en su gran mayoría lo respalda.
Algunos minimizan las calumnias de la ex vocera del imperio, H. Hodges. Otros, por odios políticos, hasta la justifican. Algunos zoquetes miden en dólares la injuria y las justas reacciones oficiales.
No duermen pensando en el Atpdea y su costo (20 millones de dólares por año). Como vulgares mercaderes sopesan la dignidad y el honor con los aranceles. Lloriquean, olvidando que cambiaron las épocas de sumisión y entrega de la soberanía y que el pueblo eligió democráticamente dirigentes leales y patriotas. Claman porque continúen las políticas neoliberales como las de Colombia y Perú. Añoran un TLC entreguista.
Olvidan deliberadamente que el ex presidente Otto Arosemena, por causas menores, expulsó en acto soberano al embajador yanqui Wymberley Coerr.
¡Qué bien actuó Ricardo Patiño! Observó el procedimiento diplomático y decidió correctamente, como bien lo reconoce el ex canciller Heinz Moeller. Rafael Correa fue más allá, ubicó a la ex embajadora con la extrema derecha de su país y sus afanes de espionaje y control en las fuerzas de seguridad del Estado.
¡Qué bien por la soberanía y la dignidad! Que haya cabeza fría para los otros temas, siempre en función del interés nacional.