La cronista gráfica de este diario Pilar Cáceres afirmó que el señor Jorge Ortiz le preguntó: “Oiga, ¿y no le da vergüenza de trabajar en El Telégrafo?” al que se refirió como un pasquín.
Me siento incapaz de rebajarme al nivel de esas palabras para opinar, en cambio sí me siento en el deber de decir que mientras la dignidad de los fotógrafos del diario es deshonrada, yo me quedaba maravillada con sus reportajes gráficos, que hablan por sí solos de su excelencia.
Guardé un recorte del ejemplar del 29 de abril de 2012 porque traía un reportaje gráfico espectacular, eran imágenes de los habitantes del barrio Nigeria, de la Isla Trinitaria de Guayaquil, con el título de “Los rostros dignos frente a la pobreza”, que se puede encontrar a través de cualquier motor de búsqueda en Internet.
Traigo esta anécdota porque, para tomar esas fotos, se necesita tener una ética, una empatía y una condición humana muy altas. Para sacar de semejante miseria toda la belleza que hay detrás de la tristeza, del dolor, de la esperanza, del amor y del desconcierto en los rostros de los más pobres del Ecuador, hay que ser, además de buen fotógrafo, un ser realmente conectado con el país.
Así como estas fotos hay muchísimas otras en este diario, que por sí solas demuestran que para hacer un trabajo excelente solamente se necesita amar lo que se hace y respetar al otro en toda su dimensión humana. En la comunicación moderna la imagen lo es todo y si una foto tiene la capacidad de trascender la técnica y lo meramente visual para traspasar nuestros sentidos y tocarnos el alma, no podemos menos que decir que eso es hacer un trabajo genial.
Cuando vine a vivir al Ecuador, entendí que, si acá me iba a morir, tenía que hacerlo mi hogar. Al no tener prejuicios ni vínculos políticos, pensé que escribir en el diario “público” era la mejor forma de lograr ese arraigo.
Como El Telégrafo es del pueblo ecuatoriano, mi compromiso es con este y no con un gobierno, ello me permite asumir posiciones críticas frente a los hechos del país y sentirme muy honrada al hacerlo.
Vergüenza me daría usar mi columna para manipular la verdad en función de intereses mezquinos, más bien estoy agradecida con quien este instante la está leyendo.
Por cierto... si pasquín es un escrito que critica gobiernos o personas y se pone en un lugar público, o es un escrito que se hace con fines de propaganda política, me pregunto: ¿cuántos pasquines hay en Ecuador?