En el día en que la Iglesia Católica en Ecuador (a través de la Conferencia Episcopal) dio a conocer que ejercería como mediadora en el conflicto entre el Gobierno del presidente Guillermo Lasso y las organizaciones indígenas (básicamente la CONAIE, la FEINE y la FENOCÍN) y sociales (principalmente populares), decidí dar el paso y socializar mi opinión -más que política, ciudadana- de lo que estimo aquí ha ocurrido, y que, indiscutiblemente, es de interés nacional. Fue difícil tomar tal decisión dado que aprecio que existe alta susceptibilidad en quienes (no todos, obviamente) emiten comentarios y opiniones al respecto, y que, tal vez, en más de una de esas personas se tiene mayor inclinación hacia ‘la política partidista’ y a pensar ‘con el hígado’ y no ‘con la cabeza’; pero encontré que la dificultad que estaba experimentando podía ser mitigada cuando leía y escuchaba la defensa férrea de una gran parte de los medios de comunicación así como de muchas personas que son usuarias de redes sociales, quienes se auto-adhirieron a una de las partes en conflicto, y se auto denominaron ‘buenos’, y a la parte que quedaba la calificaron -subliminalmente, y sin invertir esfuerzos- en ‘malos’, descalificándola, despreciándola, minimizándola y estigmatizándola, como si se tratara del ejercicio incorrecto e impuro de la política donde hay aliados y enemigos (no adversarios).
Previo a transcribir mi criterio, debo manifestar que considero más que oportuno el momento para hacerlo, justamente cuando el medio de comunicación Télam ha compartido una entrevista que realizaron al Papa Francisco. Usted se preguntará: ¿Y qué tiene que ver ‘lo uno’ con ‘lo otro’? La respuesta está en que el Obispo de Roma se refiere al conflicto, en general, y realiza una breve mención a la situación entre Rusia y Ucrania. El reflexionar sobre su visión, fue la antesala para elaborar mi criterio y referirme, entonces, al país.
Punto 1: en un conflicto las etiquetas son vistas como ‘leñas’ frente ‘al fuego’. El usar y endosar etiquetas aviva la llama. ¿Por qué lo digo? La población ecuatoriana vivió 18 días de protesta, de movilización, de paralización, con dos eventos paralelos: por un lado, en las calles el movimiento indígena y los gremios sociales expresando su legítimo malestar en las calles por necesidades y demandas que la administración gubernamental -tanto la actual como las que antecedieron- debió -y debe- atender, y, a ratos, esa conflictividad se vio manchada por aquellas personas que, con actitud irracional, aprovechaban la ocasión para generar violencia y atentar contra el patrimonio nacional y la propiedad privada; y, por otro lado, en las calles de las redes sociales (aunque es posible que también se haya manifestado en las relaciones interpersonales) ‘los de bien’, primero mezclando a las y los violentos con quienes se encontraban manifestando sin afectar a bienes públicos y privados, con el fin de catalogar a todos ‘en un mismo saco’, y, como si fuera poco, deslegitimar, denostar, atropellar, irrespetar, discriminar, y aflorar toda la carga de odio (con sus opiniones) en contra de aquella gran mayoría que en las calles se encontraba clamando soluciones a las problemáticas sociales (no sus exigencias, como errónea y quizá perversamente se ha venido posicionando). De ahí que, el tolerar, aceptar o creer que post 18 días de un país detenido, existen ganadores o perdedores, o que hay gente ‘de bien’ que “justificadamente” se ganó el apelativo porque no estaban en las calles y sí “trabajando”, estimo es una forma de provocar mayor lío, de ponerse de lado del conflicto y de dar la espalda, de despreciar, y de invisibilizar a quienes hoy la están pasando mal.
Nótese que los hechos de violencia, tanto los que se dieron en junio de 2022, en el marco de la paralización nacional, como aquellos que ocurrieron en octubre de 2019, en medio de las jornadas de movilización en todo el territorio ecuatoriano, son injustificables, inaceptables y que merecen la investigación del Estado y la debida sanción.
Así mismo, las muestras de racismo, de insulto, de ‘mirar por debajo del hombro’ por parte de ‘unos’ (casi siempre de quienes tienen buena posición económica, o mantienen prejuicios políticos o raciales) contra ‘otros’ no es de ahora, sino que esto lamentablemente es histórico. No obstante, en junio 2022 estas acciones inhumanas sumergieron con más fuerza, lo que simboliza una sociedad cada vez más violenta, más fracturada, más dividida, más resentida, menos empática, y menos dispuesta a ‘dar la mano’ aunque con mayor tendencia a ‘aplastar al otro’ para escalar.
A todo esto es honesto destacar la solidaridad, la voluntad, la decisión y la muestra de amor y de humanismo que tuvieron aquellas y aquellos que brindaron alimentos y dieron su tiempo a quienes se estaban ‘fajando en las calles’. ¡Aún hay gente buena! Aunque pienso si será una “raza” en peligro de extinción.
Punto 2: es común que cuando ocurre un evento de fuerza mayor (como un terremoto, o una pandemia como la de la COVID-19), veamos que hay personas que aseveran: ‘Cambiaré’; ‘Empezaré a ser mejor persona’; ‘De qué me sirve excluir y privilegiar a tal o cual o a algún segmento social… hasta aquí llegué con este comportamiento’; etcétera. Sin embargo, se evidencia que todo es momentáneo, más influenciado por el temor que por el amor y la caridad. Una buena parte de personas se mostraron molestas por las manifestaciones, aprovechando “la ventana” que poseen en la sociedad (en un medio de comunicación, o en su trabajo, sea éste público o privado) para esgrimir: ¡Queremos trabajar! ¡Permitan trabajar! Desde ese mismo conjunto de personas, también se hicieron sentir voces que mostraron su solidaridad ante miembros de la fuerza pública que resultaron heridos y ante el miembro activo de las FF.AA. que perdió la vida durante el cumplimiento del deber. Lo sorprendente es el alto grado de antipatía, o, lo que es lo mismo, el bajo o más precisamente el nulo grado de empatía con quienes la están pasando mal. En otras palabras, quienes tienen trabajo (gracias a Dios, quizá pudiendo afirmar que hoy es un milagro tener empleo) renegando de aquellas y aquellos (un número significativo, de paso) que no lo tienen y que estuvieron en las calles, no para quitar el empleo a quienes lo tienen, no para robar, no para para dar lástima, no para pedir limosna, sí para que demandan de quien asumió el compromiso y tiene la responsabilidad de resolver conflictos de una nación, que lo haga. Yendo más allá, aquellas y aquellos que sintieron fastidio por las movilizaciones, decidieron hacer silencio frente a las y los heridos por los excesos en ciertos elementos del orden y su uso progresivo de la fuerza, y por quienes murieron en las calles, luchando. ¡Incomprensible! ¿Y la empatía? No la hubo. En buen romance: según quien fallezca, entonces me muestro sensible. Es más, voces que en la Asamblea Nacional se hicieron presentes aseverando que habían niñ(as)os heridos producto de los gases lacrimógenos. Sí, niñ(as)os. Y ahí, los que se enojaron por las protestas y que reclaman que se les permita trabajar de pronto perdieron la voz, o ‘miraron para otro lado’. ¡Qué tristeza! ¡Cuánto dolor! De nuevo: la pandemia de la COVID-19 no nos sirvió de nada. Parece que cada vez somos menos seres humanos.
Tan solo cuestiono a quienes señalaron negativamente a las manifestaciones: ¿Han pensado, al menos, en lo que la gran parte de ecuatorianos hoy atraviesan, por ejemplo, al mantener deudas con el sistema financiero (en principio con el fin de potencializar el negocio, y luego, ante el desempleo, para alimentación, medicinas y vivienda), y que cada 30 días se debe tener la cuota para el pago en el Banco (aunque se viva en el desempleo y, en el mejor de los casos, se tenga tan solo para desayunar y tal vez almorzar)? Probablemente que no, ya que la necesidad solo se la comprende cuando se la experimenta. ¡Hay gente que la está pasando mal, y que prefiere incomodar al poder de turno que perjudicar a terceras personas! Y el “pecado” que se comete quien cada 30 días no tenga dinero para cubrir la cuota del Banco. El purgatorio llamado “instancia legal (coactiva)” donde la deuda sube y posiblemente se torne más difícil ser honrada.
Punto 3: A la fecha, ya sin paralización en la patria ecuatoriana, hay varios aspectos que deben ser meditados. Los expresaré a manera de interrogante: a) por qué en el gobierno nacional, nunca estuvo presente una mujer que lidere los dos días de diálogo (ellas brindan lo que el hombre jamás generará: armonía); b) por qué el Presidente Lasso estuvo ausente en esos dos días de indiscutible trascendencia e importancia para todas y para todos; c) se toleraría que los líderes de las organizaciones indígenas y sociales hubieran enviado delegados(as) a los dos días de diálogo, así como el presidente Lasso envió a sus delegados; d) por qué se esperó 16 días para sentarse en una mesa; e) por qué desde el Gobierno Nacional “la voz” no es unificada: mientras hay quienes tacharon al Sr. Iza como desestabilizador, el Canciller Holguín aseguró que él es un tipo inteligente y que no cree que sea desestabilizador; o, mientras el ministro Jiménez decía una y otra vez que han cumplido los 10 puntos, el consejero de gobierno Ordóñez indica que se han demorado para actuar, citando como ejemplo la externalización de farmacias; f) por qué desde las organizaciones indígenas y sociales no se tomaron los correctivos para evitar infiltraciones, dado lo que ocurrió en Octubre de 2019.
El Papa Francisco ha destacado que después de una crisis se sale igual o peor, y que de los conflictos no se sale solo, así como que en momentos problemáticos de serio nivel no hay ni buenos ni malos, hay que involucrarse ya que así se da la oportunidad de escuchar, de tener empatía, de escuchar bien y de no interrumpir.
El título de esta columna fue: ¡… iguales o peores!, y es lo que no quisiera pensar. Hoy el Gobierno y las organizaciones indígenas y sociales, pero más el régimen gubernamental ya que se dedican a conducir una nación de 17 millones de personas, tiene la oportunidad de desafiar a las palabras del Papa Francisco, y demostrar que se puede salir de un conflicto y ocupar una mejor posición que la que se tenía. Discrepo con la aseveración de que ‘estamos en paz’, ya que aún la pandemia de la inseguridad y de la delincuencia nos azota y “la vacuna” se torna lejana. No estoy de acuerdo con manifestar que ‘se van a curar heridas’, cuando aún no han iniciado las mesas técnicas donde, anhelo se escuche y bien, de parte y parte, que pienso que implica un acercamiento directo (sin intermediarios), que permitirá palpar la realidad, sentir ese dolor, y actuar tomando decisiones mayormente formuladas con la situación de quien está en situación vulnerable, no desde la comodidad propia o desde lo que considero ‘debe hacerse’. Para sanar primero se debe conocer la herida. Es irritante escuchar que un alto funcionario gubernamental exprese: “Llevo un año en el cargo… no sabía nada sobre el actuar público ya que vengo del sector privado… pero estoy aprendiendo”; el país requiere acción desde lo humano, desde el sentido común, pero desde la sensatez, señor; y aunque usted, señor presidente Lasso, en lo personal percibo tiene usted buena intención, hace falta (desde su persona) profundizar su actuación con mayor humanismo, con mayor sentido común, pero con mayor sensatez, y eso demanda dejar de privilegiar la confianza (política) al momento de realizar designaciones en su equipo gubernamental, y empezar a mirar a quienes también existimos y tenemos “know-how” (sea por conocimiento adquirido en entornos universitarios, como en el propio ejercicio profesional), y el prescindir de quienes hoy por hoy ‘ni se los conoce’ por “sus frutos”.
Presidente Lasso, mi opinión puede estar equivocada, sin duda alguna. Lo que sí es cierto es que, al igual que usted, soy creyente y tengo como base en mi actuar la doctrina de la Iglesia. Al igual que usted, persigo que este barco llamado Ecuador no se hunda sino que flote, usted como administrador de una nación, yo como académico y profesional en libre ejercicio. Ello requiere que desde el ala que hoy puede hacer cambios (ya que tiene la capacidad política), es decir, desde su lado, se enmiende; y, parte básica de esa enmienda es su equipo de trabajo. Con absoluto respeto, en su equipo visualizo hay gente buena, pero hay otras y otros quienes decirle ‘muchas gracias, dame chance’ es caro. Esa enmienda también implica la toma de decisiones gubernamentales pero ahora sí y auténticamente incluyendo a los beneficiarios y afectados, que están en lo que dice el Papa Francisco son las periferias existenciales (universitarios, ecologistas, feministas, jóvenes, jubilados… miembros de la sociedad civil, pero no solo los rostros ‘de siempre’, sino los invisibilizados). Es decir, retomar gran parte de lo que fue su propuesta de campaña electoral, y que, a saber del Canciller Holguín, hoy ya no es prioridad (conectar con la gente).
Lamentablemente considero que si no se dan esos paso, habremos salido del paro de junio de 2022 ¡… iguales o peores!