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El Telégrafo

Iglesia sin opulencias

19 de marzo de 2013

¿Será acaso que la humanidad precisa de una iglesia más sencilla, sin opulencias y con un verdadero sentido de caridad? ¿Será tal vez que llegado este tiempo necesitamos una iglesia más humanizada, solidaria, con auténtico sentido de servicio y hermandad con aquellos que sufren, que son la mayoría en el mundo? ¿Será quizás que los estados pontificios deberían revisar las normas que rigen la Iglesia Católica, de modo que ellas armonicen con la realidad vigente?

…Yo diría que todo esto es necesario, a fin de responder de este modo a las angustias permanentes y a las urgencias de los más necesitados. Como lo hacía Jesús, la eterna figura universal, el Hijo de Dios y por lo tanto el personaje más importante de nuestra religión católica, aquel que transformó al mundo, dividió los tiempos en antes y después de su nacimiento y pese a ser tan poderoso dio ejemplo de humildad, sencillez y solidaridad con los necesitados. Y por su parte San Francisco de Asís, quien predicó la doctrina de fraternidad universal y vivió una existencia de entrega a la atención de los desposeídos.

Y no es que estemos pensando en un renunciamiento total a las comodidades y atenciones que son indispensables en la existencia de los representantes de la iglesia, pero sí estamos de acuerdo en una revisión fundamental del estilo de vida que  deberían llevar los miembros de la Iglesia Católica, desde su más alta autoridad, esto es el mismo Papa, hasta los párrocos de los más pequeños pueblos y los más jóvenes sacerdotes de la comunidad cristiana. No se puede estar de acuerdo con que mientras la mayoría de la humanidad sufre hambre y carencias de diferente índole, los príncipes de la iglesia luzcan joyas impresionantes y participen en ceremonias desarrolladas en medio de grandes pompas inexplicables. Nuestro Jesús fue siempre muy sencillo en su vestuario y sus reuniones estuvieron caracterizadas por su llaneza.

Mis recuerdos de infancia que en algo tienen que ver con la opulencia de los representantes de la iglesia tiempo muy atrás, cuando yo tendría unos cuatro o cinco años y después de haber estado en el jardín de infantes, ingresaba a las primeras aulas del único colegio católico que había en Portoviejo, mi pueblo natal.

Y pasó que un buen día, ante la visita del obispo, a todo el alumnado se le ordenó ponerse en fila para “besar la esposa” del anunciado personaje. Pero sucedió que al llegar junto a él, yo buscaba con la mirada a alguna señora que estuviera cerca del obispo y a quien debía besar, mientras una de las monjas que estaban junto al clérigo me decía impaciente “bese la esposa del señor obispo”.

Al fin comprendí que la “esposa del señor obispo” era un grueso anillo de oro con una gran piedra preciosa que lucía aquel personaje en una de sus manos, joya a la que cada alumna debía besar piadosamente mientras se arrodillaba frente al obispo.
Supongo que aquella costumbre ya no existe.

Y que tampoco los sacerdotes que son autoridad de la iglesia  lucen esas gruesas cadenas de oro que les llegaban hasta más allá de la cintura y de las que pendía una gran cruz del mismo metal, como era costumbre años atrás. …El Papa recién elegido nos da esperanza de cambios en la iglesia. El argentino Jorge Bergoglio, que escogió el nombre de Francisco para ser identificado en el papado, ha dado ciertas muestras de sencillez...

Ojalá dentro de poco empecemos a ver importantes cambios en la iglesia y podamos observarla más humanizada, más sencilla, con verdadero sentido de caridad y auténtica solidaridad con los más necesitados.

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