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El Telégrafo
Gustavo Estrada

Idiomas y conducta

29 de enero de 2018

El idioma nativo de cada persona influye en su conducta, y quienes dominan más de un idioma pueden llegar a comportarse de maneras distintas, dependiendo de la lengua que estén utilizando. Tales fenómenos, aún inexplicables para las ciencias cognitivas, se describen mejor con ejemplos. Miremos algunos.

Comencemos con el español, que nos toca más cerca. La forma como nos comunicamos los hispanoparlantes está cargada de voces pasivas y modos reflejos que nos llevan a eludir de manera consistente la responsabilidad de la primera persona del singular, como si quisiéramos decir ‘yo no fui’ el que hizo eso. ¿Con qué frecuencia decimos ‘se me olvidó tu nombre’, en vez de ‘olvidé tu nombre’, o ‘se me quedó el libro’, en vez de ‘dejé el libro’? ¿Cuántas veces escuchamos ‘se me perdieron las llaves’, o ‘me dejó el avión’ y no, como sería más apropiado, ‘extravié las llaves’ o ‘perdí el vuelo’?

En los giros impersonales, el pronombre no es ‘Yo’ —el sujeto de ‘pienso luego existo’—, sino el apellido que se fue de mi cerebro, el libro que resolvió quedarse en casa, las llaves que se escabulleron o el avión que no quiso esperarme. ¿No son todos estos giros una falta de compromiso con nuestros actos? Quizás sí, aunque la culpa podría atribuirse a la gramática castellana, que, con sus complicadas conjugaciones verbales, permite hablar sin utilizar los pronombres personales, que son obligatorios en los idiomas germánicos.

Vámonos ahora al otro extremo geográfico, a una lengua lejana al borde de extinción. El kuuk thaayorre, un idioma que hablan apenas unas trescientas personas en una comunidad aborigen al norte de Australia, carece de expresiones de lugar, tales como delante (de la silla), o a la derecha (de la mesa). En su lugar, quienes hablan este idioma utilizan para referencia los puntos cardinales, en frases como ‘el azucarero está al norte del florero’.

Como consecuencia de esa característica, los pocos que hablan kuuk-thaayorre pueden siempre ubicar el norte, el occidente, el nororiente… aun cuando ellas se encuentren en espacios cerrados o sitios desconocidos. ¿Cómo lo logran? Es posible que, a través de milenios, sus cerebros desarrollaran algún mecanismo similar al de las palomas mensajeras, que conocen, desde dondequiera que se encuentren, el rumbo exacto hacia el sitio en donde nacieron. (O) (Tomado de El Tiempo de Bogotá)    

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