La fundación de una ciudad, como Ibarra, implica el reconocimiento a los antiguos pueblos: los caranquis, porque de lo contrario tendemos a creer que estas tierras eran yermas.
Eso es lo primero antes de hablar de San Miguel de Ibarra, cuyo nombre fue un homenaje al presidente de la Audiencia de la época. Casi 400 años se tardaron los ibarreños en lograr el propósito y salida por Esmeraldas porque el país siempre se ha burlado del progreso de los otros. Y los propios carecen de sueños para pensar en una salida a Manaos, para de allí ir hacia el Atlántico (Imbabura no tiene carretera a la Amazonía, al igual que Cañar).
Ibarra tuvo en sus orígenes el propósito del mar… El capitán Cristóbal de Troya, encomendero, regidor de Quito y que ha batallado contra los piratas, como el inglés Candi, en la isla Puná, en defensa de la Audiencia, nuevamente está al servicio de la Corona.
Más que congraciarse -tras la revuelta de las alcabalas, que formó parte junto a su suegro Moreno Bellido- busca cumplir una vieja aspiración de las élites de la Sierra Norte de la Audiencia: la salida al mar por Esmeraldas, y de allí a Panamá por el Mar del Sur, como ahora se lo conoce a las pacíficas aguas que un día Balboa mirara con asombro.
El propósito es que los productos puedan ir directamente a Panamá sin pasar por Guayaquil, no solamente por la dificultad de los caminos sino por el monopolio que ejerce este puerto, que construye sin prisa su astillero. Desde 1598, Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia y duque de Lerma, ha insistido al débil rey Felipe III para fundar una villa.
Otros petitorios se han hecho: Conde de Monterre, en 1605, Juan del Barrio Sepúlveda, Oidor de la Real Audiencia y Fray Pedro Bedón, vicario de los dominicos, y el capitán Hernán González de Saá.
Ahora, el quiteño Troya está en la explanada natural del valle de Carangue -en la antigua y desolada tierra de los caranquis-, junto con Pedro Bedón y más clérigos, junto con vecinos, y algún cacique, que se ha sumado a la petición, para fundar la nueva villa el 28 de septiembre de 1606. (O)