Humo blanco y habumus papam. Y un Papa histórico que ha roto con el eurocentrismo que ha predominado en la más tradicional de las instituciones: el Vaticano. El Papa Francisco, antes Cardenal Jorge Bergoglio, fue recibido, por buena parte del mundo católico, como una sucesión que refresca la Curia Romana y que permitirá traer una visión renovada o, por lo menos, diferente de la que ha venido predominando desde la muerte del Papa Juan XXIII. Y es que no todos los siglos se elige un Papa argentino.
Aquellos que renegamos contra el tradicionalismo casi arcaico de la Iglesia Católica en temas sobre la homosexualidad o el uso de anticonceptivos, estamos cuestionando al vacío. Porque son concepciones que están construidas como parte de una estructura que está cimentada bajo un credo determinado. Es como renegar del monopolio de la violencia que tiene el Estado.
Eso no significa que no podemos condenar los abusos de este monopolio. Así como debemos condenar los encubrimientos que ha hecho la Iglesia de los miles de casos de pedofilia y abuso infantil cometidos por curas que llegaron a escalar en la jerarquía eclesiástica. Y habrá que ver en qué grado y de qué forma serán abordados estos temas por el Papa Francisco.
Pero lo que ha ilusionado es la posibilidad de esa visión desde el sur. Una concepción diferente de las necesidades espirituales y materiales de la congregación. Un liderazgo que cambie esa percepción distante de la pobreza y se den las transformaciones necesarias para regresar a los más íntimos principios bíblicos de la humilitas (como lo propuso Juan Pablo I) comenzando por los rectores de la Iglesia.
Pero esa ilusión no parece que prosperará. No es suficiente ser “del sur” para pensar desde “el sur”. Así como el primer presidente “negro” de los Estados Unidos resultó ser menos “negro” que Bill Clinton, el Papa Francisco deberá demostrar que, efectivamente, puede llevar a cabo ese cambio, salir del conservadurismo espiritual y material que se profundizó con Benedicto XVI. Y al igual que con Benedicto XVI, deberá sobrellevar las acusaciones que hay en su contra por no denunciar la dictadura militar y tomar una posición más enérgica desde la Iglesia.
En todo caso, bajo tanta especulación, su posición política ya la ha dejado clara en Argentina y la falta de entusiasmo de la Presidenta Fernández ante su designación lo ha corroborado. Hubo humo blanco. ¿Cuál será su legado?