Historias de la vida y del ajedrez
Hoy podría contar
Hace muchos años un poeta ruso dio un recital en Occidente. El hombre había sobrevivido a una de las grandes pesadillas en la historia de la humanidad, durante el sitio de Leningrado. Ante la imposibilidad de tomar la ciudad, Hitler había ordenado el bloqueo para que murieran de hambre, y sus habitantes acabaron con gatos, palomas, ratas, y después llegaron a la antropofagia, pero nunca se rindieron.
Aquella lección de grandeza humana duró casi 900 días y costó más de un millón doscientas mil muertes, casi todas de frío y de hambre. Uno de los poemas de aquel escritor describía todo el tormento y cuando lo leyó, al final, repetía de manera desgarradora “ ¡Hambre, hambre, hambre!”. No pudo concluir bien la lectura, se derrumbó en llanto, y todo el público quedó sobrecogido y cobijado por un espeso silencio.
Tras unos minutos, una emperifollada señora intervino y le dijo al poeta: “Sí, muy intenso todo lo que usted cuenta, pero me parece exagerado. Yo también he sentido hambre, y no creo que sea para tanto”. El escritor la miró y respondió: “Me parece que usted nunca ha tenido hambre. Lo suyo ha sido apetito”. Cómo fue posible que llegáramos al extremo del sitio de Leningrado. No tenemos respuesta por más que escudriñemos en las oscuridades del alma humana. Y al parecer no nos preguntamos cómo mantenemos el mismo bloqueo contra otros pueblos. En el mundo existen 900 millones de automóviles hambrientos de combustibles. Y existen 900 millones de personas hambrientas.
Los Estados Unidos quemaron en 2008 la mitad de la cosecha de maíz y otro tanto de trigo, para producir biocombustibles. Y no solo allá: líderes políticos africanos y latinoamericanos defienden la producción de los biocombustibles y alegan “protección al medio ambiente”. No saben, o lo ocultan y no les importa, que para llenar un carro de 12 galones es necesario quemar 358 kilos de maíz, suficientes para alimentar a un niño durante un año. Basta un dato para saber que el sitio de Leningrado se ha extendido al resto del planeta: cada año 7 millones de personas quedan ciegas por falta de vitamina A, que no vale un centavo.
Esa fila de invidentes, casi todos niños tomados de la mano, ocupando un metro por persona, dibujaría una línea de 7.000 kilómetros. Hoy podría contar que los nazis nunca perdieron la guerra y que el sitio de Leningrado sigue vigente. Pero nadie me creería. Ellos siguen dominando la propaganda. El mundo se divide entre los que sufren hambre y los que tienen apetito.
En ajedrez, a diferencia del mundo, hasta los más pequeños, tienen derecho a comer y si es preciso a matar, para salvar sus vidas.
1. CxP jaque, PxC
2. PxC mate