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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Horizonte abierto

30 de octubre de 2019

La perspectiva de que la historia está predeterminada, que hay un camino ineluctable hacia un Estado racional, según Hegel; o de que la historia avanza en una dinámica progresiva e irreversible hacia una sociedad feliz y reconciliada en la versión marxista del comunismo; o de que la historia ha sido clausurada por un supuesto fin de las ideologías con el triunfo de la democracia liberal según Fukuyama, han sido todas desvirtuadas.

La ebullición social a la que asistimos, simultáneamente, en numerosos países de América Latina nos devuelve hacia un horizonte abierto, en el cual nada está predeterminado. Eso constituye una increíble oportunidad y desafío, pero no deja de ser un problema. No advertimos enfoques, modelos, o teorías suficientemente elaborados que nos sirvan como herramientas para diseñar nuevas sociedades que es la exigencia de la mayor parte de nuestros pueblos. Las protestas, tanto en Chile como en Ecuador, se originaron en políticas que se considera podrían generar desigualdad, pérdida de cohesión social, y una ficticia democracia.

Paralelamente, las propuestas del socialismo del siglo XXI han sido desastrosas tanto en sus efectos económicos como sociales, y son indefendibles en sus dinámicas políticas autoritarias. Más allá de ello, parece no quedar mucho margen de maniobra. Quizás es necesario echar mano de una serie de propuestas alternativas que han sido llevadas a cabo más como experimentos sociales a niveles micro; todo un reto pensarlas en el nivel macrosocial.

Por su parte, la academia crítica -particularmente en América Latina- se ha mostrado incapaz de plantear propuestas coherentes, pero a la vez inspiradoras. A pesar de que, como decía Gramsci, siempre hay un movimiento intelectual con ideas estimulantes que preceden a cualquier gran transformación -así la Ilustración precedió a la Revolución francesa- hoy parecemos quedarnos cortos de propuestas que recojan el espíritu de estos movimientos sociales. Ellos están haciendo lo suyo, la academia está llamada a sistematizar alternativas que no constituyan modelos clausurados, que se sitúen en los contextos, pero que a su vez sean capaces de recoger lo mejor de las luchas y demandas de estos pueblos, a fin de que la efervescencia social no se diluya ni se traicione. Por supuesto, también se requieren de políticos que sepan recoger estos desafíos. (O) 

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