Lentamente el mundo, empezando por la vieja Europa, con el advenimiento de su verano, comienza a evidenciar el deshielo a todas las restricciones autoimpuestas en virtud de la pandemia. Mientras se discute si se abren parques, playas y bares, cada uno va encontrándose con su propio horror o con el resultado de sus acertadas decisiones en estos meses de confinamiento compulsivo.
Otro tanto ocurrirá en los próximos días en otras partes del globo. Y así se irán repitiendo los pases de facturas políticas como las que el líder opositor británico, Keir Starmer, le brindó al primer ministro, Boris Johnson. Por su tardía reacción ante la pandemia.
“Parole, Parole”, cantaba la precursora en esto de confinarse, Mina, la carismática cantante italiana. Las consecuencias que dejará al desnudo el deshielo pandémico, son más graves. Tanto en Londres como en cualquiera de nuestras capitales.
Fue fácil para los gobiernos poner a contar muertos a sus respectivas sociedades munidas de Netflix o no pudiendo manejar el control remoto de sus respectivas pobrezas. Lo más difícil viene ahora, cuando hay que aislar al virus, proteger aquellos son pacientes de riesgo o hacer controles masivos, a pesar de las carencias de presupuesto, y reactivar las economías con todas las monedas derritiéndose por culpa de la emisión monetaria de todos los bancos centrales o bien por sus respectivas crisis autóctonas de deuda.
El panorama asoma tan sombrío que puede explicar el por qué algunos gobiernos se aferran a la cuarentena como una planta enredadera al muro. Siempre es más fácil manejar a un rebaño paralizado como resultado del terror que a una sociedad, con altos niveles de pobreza, que necesita con urgencia paliar sus necesidades y no va a encontrar cómo. En parte por los efectos de la pandemia y en parte, por la eterna mala praxis de aquellos que toman las decisiones.
Por eso, para esta etapa de la era pandémica se recomienda lavarse bien la sesera, abrir las mentes como nunca antes, generar recursos hasta de dónde no haya, conjugar bien el verbo solidarizar y, en lo posible, vacunarse contra todo tipo de tentación corrupta. La humanidad les dará las gracias. (O)