Sin pena ni gloria pasó el Día de la Tierra, que se conmemoró el 22 de abril a través del mundo. Al menos en Quito, donde el diario de mayor circulación ni mencionó la efeméride. No así en Guayaquil, donde El Telégrafo la destacó en primera página, le dedicó el editorial y toda una página especial, gracias a lo cual me enteré del evento.
La naturaleza, herida de muerte a consecuencia de depredaciones y abusos, requiere de la atención prioritaria que le reconoce la Constitución (2008), primera en el mundo en hacerlo. Le dedica el capítulo VI, Art. 71 a 74, donde se establece fundamentalmente que la naturaleza o Pacha Mama, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos; que la naturaleza tiene derecho a la restauración; que eI Estado aplicará medidas de precaución y restricción para las actividades que puedan conducir a la extinción de especies, la destrucción de ecosistemas o la alteración permanente de los ciclos naturales.
Hay que rechazar una relación de explotación de la tierra, reducida a simple mercancía, cuyos daños ecológicos son considerados “externalidades” del sistema, porque no entran en los cálculos del mercado y, por consiguiente, de la acumulación del capital. Cuando más, los daños son considerados colaterales, remediables.
Cabe destacar que uno de los patriotas de la Revolución de Quito, Mariano Villalobos, uno de los firmantes del Acta de la Independencia, fue un pionero de los “derechos imprescriptibles de la naturaleza”, que proclamaba como naturalista y explorador que fue de la Amazonia, donde descubrió los bosques de canelo de Quijos y Copatuza, y desarrolló un plan sobre la posibilidad de siembra y extracción industrial de la canela. El mismo que en 1794 colocó en las cruces de piedra de Quito las famosas banderitas de tafetán con la inscripción “Sed libres…”.
Ante la violación de los derechos de la naturaleza por la sobreexplotación y depredación, particularmente por parte de transnacionales imbuidas de un espíritu raponero, resulta suicida no participar en las campañas por la preservación del ambiente, del aire respirable, por la conservación del agua, contra la contaminación, contra el tabaquismo, la violencia contra los animales y demás campañas que impulsan los ambientalistas, tarea de todos, sin olvidar la aplicación y uso de energías renovables sustentables en las que Ecuador debería estar a la cabeza.