A pesar de su apellido, Donald Black es líder del movimiento “Nacionalismo Blanco”, en los EE.UU. Este grupo insiste en que los negros, y otras etnias, abandonen el territorio de Norteamérica para regresar al África y a sus países de origen.
Coherente con sus delirios, desde antes de que su hijo Derek hablara, ya le había lavado el cerebro, y le enseñó al niño que todo lo negro era malo. Por supuesto, Derek creció, se hizo más racista, y fue la adoración de su padre cuando, apenas a sus 19 años, ya era un líder nacional, una figura pública llena de dinamismo, que predicaba en todas partes acerca de la amenaza negra.
El éxito imparable de Derek Black lo llevó a tener su propio programa de radio llamado Racistradio, con millares de oyentes, transmitido en horario estelar, cinco días a la semana, desde La Florida.
Y Derek entró a la Universidad. Allí quiso mantener un bajo perfil y llevar una doble vida. Pero fue denunciado por algún estudiante, y fue discriminado cuando todos descubrieron que era el mismo racista del programa de radio. No obstante, Matthew Stevenson, un compañero, decidió salvarlo: organizó cenas a las que invitó a Derek, con africanos, judíos y suramericanos.
Entonces Derek, por primera vez en su vida, pensó, conoció a otros amigos, y descubrió cuán nefasto, ridículo e inadmisible era el racismo. Enseguida maldijo su pasado, y pidió perdón públicamente por todo el daño que hizo. El gran afectado es su padre, energúmeno, que considera a su hijo como un traidor. De eso se están encargando los psiquiatras. Pero esa es otra historia.
Acá también, el blanco cree que tiene clavado al negro. Pero sale perdiendo:
En ajedrez no hay espacio para la injusticia. Pero tampoco para la misericordia.