Escribo este artículo al filo de la medianoche del domingo 7 de febrero, fecha inolvidable para los ecuatorianos y probablemente también para América Latina, y digo esto por las cada vez más cercanas implicaciones que lo que ocurra en un país determinado tiene para la política regional.
Hay segunda vuelta electoral, eso está clarísimo, ningún triunfalismo debe persistir, solo la sensación de que la voluntad popular se impuso, de que no había tantos indecisos como dicen los eruditos y los analistas del comportamiento electoral, que con frecuencia no aciertan en sus previsiones, pero que pontifican con irrefutable sabiduría.
La fortaleza del movimiento indígena, sobre todo en la Sierra y en la Amazonía es evidente, pero también el peso de la frescura de las propuestas, específicamente las relacionadas con los temas ambientales que tienen peso, sobre todo entre una población joven, preocupada por el futuro del planeta, de la sustentabilidad, por el agua, por la calidad del aire, por la preservación de las riquezas y la diversidad natural.
Desde luego se marca también, con la importante votación alcanzada por el candidato Hervas la eficacia instrumental de las redes sociales usadas de manera eficiente. De tal manera que vuelve a alcanzar relieve el voto joven, el de quienes se estrenan en el uso de ese derecho y que quieren marcar la diferencia.
Son pues muchas las lecturas que nos deja la elección de primera vuelta en el Ecuador, lo que indudablemente enriquece el panorama, nos muestra una vez más su diversidad y el hecho cierto de que las esperanzas no mueren, se reafirman en su capacidad innovadora, de irrupción, de ruptura, que ha generado cambios que esperamos sean positivos para el país y para sus habitantes.
Desde luego habrá que ver el comportamiento electoral, el reajuste de los discursos de campaña, las alianzas que se diseñen, pero será finalmente la decisión de los votantes la que juegue el rol fundamental. Tendremos que escuchar con atención lo que digan los candidatos, lo que señale su entorno, para tomar una u otra opción electoral, pensando siempre en el bien supremo que es el beneficio del país en su conjunto.