¡Todos estamos sufriendo! Sí. No todo es por el SARS-CoV-2. Lo explicaré en la siguiente entrega. Sí deseo (previamente agradeciendo una vez más la oportunidad dada por parte de la Dirección Editorial de El Telégrafo; en cuanto al respeto a la libertad de expresión) reflexionar en lo siguiente:
Es poco útil referirnos plenamente a un mundo “pos-covid-19”, si antes no actuamos ya, en este momento, en un mundo “en medio del covid-19”. El presidente de Ecuador Lenín Moreno lo dijo en su informe a la nación: lo que estamos viviendo es triste, duro, durísimo… de llorar: en su momento excesivo número de bajas humanas (irrecuperables), actos de corrupción “en uno u otro lado” (provoca ejercer administración de justicia para, evidenciando indiscutible participación, conceder boletos a prisión), y –en primer trimestre 2020– 150.000 hermanos nuestros que pierden empleo, a raíz de que sus empleadores atraviesan momentos de iliquidez y ello les obliga a decir(se) “hasta aquí” con el trabajo, quizá iniciado por sus anteriores generaciones, ergo forzado a despedir.
Frente a eso, a quienes somos prolibre ejercicio y con espíritu de solidaridad nos provoca indignación cuando somos testigos de entes donde un pequeño grupo de hermanos nuestros (en el ámbito de la banca o de la televisión, por citar) reciben remuneraciones exorbitantes. Me dirán: ¿El empleador puede con su dinero “hacer y deshacer”? ¡Sí! Pero esa postura en nada se compadece con nuestra realidad ecuatoriana: una sola remuneración de esas significaría –en general– emplear a más de una decena de personas (remuneración básica). Crítica. Categórica. Propuesta (para esos casos). Claro: ideal remuneración por horas y en proporción usando tabla salarial sectorial (remuneración para comunicadores bordea los $ 900, piso). ¿Quiénes ganan? Desempleados con trabajo; y quienes tienen empleo, con reducción, pero sin perderlo. (O)