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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Hay basuras, y hay basuras...

Historias de la vida y del ajedrez
21 de mayo de 2015

Hay ciudades con nombres conmovedores. Filadelfia, por ejemplo, quiere decir ‘Ciudad del Amor Fraternal’. El nombre fue sugerido por un cuáquero pacifista que predicaba el respeto entre las religiones, y consideraba que el valor fundamental del ser humano era la tolerancia. Esto de la tolerancia llegó tan lejos, que los ciudadanos terminaron por tolerar a funcionarios incapaces de ver un poquitito hacia el futuro. Por eso, un conocido chiste dice que el problema es que cuando descubren que alguien no sabe algo, enseguida lo nombran. Que por eso el mundo está como está.

Un caso concreto fue el de los encargados de solucionar los problemas de la basura en Filadelfia. Los planificadores no previeron dónde colocar los miles de toneladas de ceniza provenientes de la incineración de sus desechos. La ciudad contrató un barco, el Khian Sea, cargó 14 mil toneladas de basura y buscó un lugar en alguna parte del Caribe. Y empezó a recorrer mares color azul y esmeralda y playas de arenas blancas con cocoteros y brisas frescas, para descargar su regalo. En cada lugar al que se acercaba, con permiso del respectivo puerto, decía que era un regalo de la ciudad de Filadelfia de 14 mil toneladas de ‘fertilizante’.

Pero en tan generosa oferta algo olía mal, tanto literal como metafóricamente. Advertidos por Greenpeace sobre el peligro de la carga, los gobiernos de Bahamas, Bermudas, República Dominicana, Honduras, Guinea-Bissau y las Antillas Holandesas rechazaron el regalo. Pero al final los mensajeros del terror tuvieron suerte.

Llegaron a un lugar olvidado, donde el hambre, la muerte y desesperanza se dan la mano: Gonaïves, ciudad costera haitiana. Allí se acepta cualquier regalo, incluso el veneno. Por eso las autoridades aprobaron que se descargaran sobre sus playas blancas los millares de toneladas tóxicas bajo el rótulo de ‘fertilizante’. Cuando el gobierno local fue puesto en alerta por Greenpeace, ordenó la suspensión de aquel acto terrorista.

Pero fue un poco tarde. El barco alcanzó a descargar 4 mil toneladas que terminaron por mezclarse con el aire, el agua y la arena, ahora negra. Aquella pandilla emprendió el viaje con 10 mil toneladas a bordo, y cambió el nombre del barco: lo llamó Pelícano, y luego Felicidad.

Y en ese recorrido pagado por el gobierno de Filadelfia, llegó un día a Singapur, ¡oh, misterio! con los contenedores vacíos.

El mundo está lleno de sustancias innombrables. Y el cerebro de quienes toman las grandes decisiones, también.

También, en ajedrez, los regalos siempre vienen envenenados.

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