Mucho se ha dicho y escrito sobre la sabiduría de las masas populares, se destaca el exultante ingenio, reflejo de experiencias atávicas, que sustenta los refranes, dichos y giros coloquiales. La frase que encabeza el presente escrito tiene evidencias picarescas de la vida colonial, referente a las escapadas de conventos quiteños de frailes que temporalmente abandonaban su buen pasar monacal para sumarse al coexistir profano de las fiestas y saraos de esas épocas y que la fantasía popular trocó aquellas fugas y retornos en diálogo divino y chispeante entre un cura y un crucifijo.
Hoy la frase tiene característica de sentencia, cuando la certeza del cumplimiento en el fondo y forma de la Constitución de Montecristi, por parte de los poderes del Estado, es evidente y hay un Presidente de la nación que cumple su deber y promesas con pulcritud, que se está generando la gran innovación institucional para el progreso y bienestar de las mayorías ciudadanas; los grandes cambios que registra el país, solo comparables a las reformas profundas de la Revolución Alfarista.
No obstante, hay una campaña de desinformación sin precedentes, dentro y fuera de la patria, en contra del régimen revolucionario, no existe labor o realización gubernativa que no merezca el desdén, el vituperio de medios de difusión y sus actores, sean estos columnistas, presentadores, periodistas de a pie, todos obedientes a las consignas que reciben. Sin importar las obras y sus urgencias, la envergadura o importancia para los pueblos que se beneficien de ellas, en la modalidad o el carácter que fuere, en sectores de la salud, la educación, la seguridad, la justicia, la infraestructura hidroeléctrica y de comunicaciones, de puertos y aeropuertos, de construcción de puentes y carreteras, de recursos naturales de regulación laboral, siempre estará presente la degradación directa o subrepticia por parte de ellos, seña real de su conducta ambiciosa y violenta.
Alguna vez Dos Pasos comentó que el mundo periodístico estaba al margen de la órbita moral. Mucho me temo que se refería a aquellos emboscados de la mediocracia que se disfrazan de difusores de noticias y de artesanos del comentario, cuando son realmente agentes políticos por convicción y conveniencia. Con su bilis a flor de piel dicen y afirman hechos inexistentes, o medias verdades y sofismas, en suma, falacias de la peor especie, y así demoler la verdad y la confianza pública. Podríamos llenar miles de cuartillas con los embustes cotidianos de cierta prensa, pero me limitaré a señalar lo sucedido en la última semana en relación a dos hechos puntuales: un artículo titulado ‘Achachay’, donde con retorcido regionalismo el autor pretende desacreditar un hecho histórico para el desarrollo científico, tecnológico del país, el comienzo de la Universidad Yachay, que, estoy cierto, las actuales y futuras generaciones atesorarán como el mayor logro académico para el desarrollo. La flamante apertura del puente peatonal que une la reserva natural Santay con Guayaquil, que recibió -y seguirá haciéndolo- a decenas de miles de habitantes de la urbe, impresionados por poder conocer un jirón de la ciudad dividido por la ría, que siempre pareció lejano e inalcanzable y que mereció de un diario nacional solo apuntes punitivos de quejas de tres personas -entre miles- asistentes al evento por algún lance que no fue de su gusto o interés.
Y entonces, ¿es aceptable este proceder social? No lo creo, la república amerita respeto, por ello gloso la misma ilusión del abogado del expresidente de EE.UU., Truman, en las audiencias del senador McCarthy, al acusar al congresista de minar la fe pública: “No les queda un poco de decencia”.