Días atrás, nuestra “Atenas del Ecuador”, la bella ciudad de Cuenca, fue sede de la III Cumbre Mundial de Regiones sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria “Hambre Cero”. Este encuentro global fue inaugurado por el primer mandatario ecuatoriano, licenciado Lenín Moreno, y donde el objetivo básicamente estuvo en que los participantes (delegados de 36 países) reflexionen sobre aquellos mecanismos que les permitan mejorar la calidad de vida de las personas mediante una gestión efectiva de la soberanía alimentaria; todo ello sintonizado con el segundo objetivo de Desarrollo Sostenible: poner punto final al hambre mundial.
Horas después de dicho acto, varios medios de comunicación recogieron fragmentos del discurso inaugural del presidente Lenín Moreno. Específicamente, el representante del pueblo ecuatoriano aseveró que “el hambre en el mundo no es producto de la escasez sino de la codicia”. Ciertamente, aquella expresión significó –y sigue significando– para cada uno de nosotros un chasquido de dedos, un mensaje subliminal: “Despierta, hay que ser más humanos”.
Pero, ¿el presidente Moreno está en lo correcto? Veamos algunos abordajes de este término: a) Diccionario de la Lengua Española (2017): “afán excesivo de riquezas”; b) Papa Francisco (2013): “Es la tensión constante a tener cada vez más que lleva a la idolatría del dinero y acaba con destruir la relación con los demás”; c) diario Clarín (2015), en entrevista al maestro zen David Loy: “El budismo señala tres venenos: la codicia, (…)”; y, d) diario El País (2010), citando al economista George F. Lowenstein: “La codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial (…)”. Consecuentemente, no hace falta responder.
¿Hambre cero, cuando estamos envueltos en una esfera de acumulación absurda y aislamiento social, siguiendo vacíos por dentro y “descansando” mientras “el otro” no probó bocado? No. Hambre distinta de cero. (O)