“Llegó Octubre y durante el mes de concientización sobre el cáncer de mama, nuestra fundación inicia una jornada masiva de prevención que busca crear conciencia para prevenir y diagnosticar a tiempo este mal que acecha a muchas mujeres del mundo. Cualquier iniciativa es una oportunidad de vida para miles de pacientes; por esta razón todas las mujeres podrán asistir a los puestos de salud a realizarse gratis una mamografía…"
Pues bien, ¿qué es la mamografía? Se trata de un procedimiento diagnóstico, que utiliza instrumentos de rayos X especiales, para capturar imágenes de las mamas. Esta prueba de detección puede ayudar a diferenciar entre un tumor de cáncer de mama y un tumor benigno, aunque la mamografía por sí sola no es suficiente para hacer un diagnóstico definitivo.
En el ámbito mundial, millones de mujeres de mediana edad, motivadas por la propaganda oficial y también por “campañas solidarias” participan en programas de detección sistemática (cribado) del cáncer de mama, convencidas de que esta prueba detecta un cáncer y aumenta las posibilidades de curación.
No hay duda de que el diagnóstico precoz ayuda a salvar vidas, pero muchos estudios realizados en decenas de miles de pacientes no acaban de reflejar el gran beneficio que se les endilga a las mamografías, no solo por limitaciones de la propia técnica, sino también por la subjetividad de los criterios de interpretación.
¿Cuántas mujeres se “salvan” por hacerse una mamografía anual? ¿Cuántas salen perjudicadas? ¿Cuáles son los beneficios y los riesgos reales de esta prueba diagnóstica?
El mayor estudio sobre este tema lo ha realizado la Colaboración Cochrane, (posiblemente la máxima autoridad en Medicina Basada en la Evidencia) y se resume así: de cada 1.000 mujeres que se hacen una mamografía anual durante 10 años, sólo una se salvará de morir por un cáncer de mama (aunque resulte imposible saber quién ha sido). Además, de cada 1.000 mujeres que participan en esos cribados cuatro fallecerán por cáncer de mama, mientras que de cada 1.000 que no participan en el cribado morirán cinco.
En cuanto a los riesgos de la mamografía (que van más allá de la radiación recibida en cada examen). A lo largo de una década, 200 de cada 1.000 mujeres (20 cada año) experimentarán la angustia de un falso positivo (personas a las que las pruebas les dicen que están enfermas, pero están sanas), que solo después de ser sometidas a una biopsia se reportarán como falsa alarma.
Y hay un riesgo más importante: a lo largo de una década de cribado, 10 mujeres sanas de cada 1.000 (una cada año) serán diagnosticadas como “pacientes portadoras de cáncer de mama”, y en consecuencia tratadas innecesariamente. Estas mujeres llegarán a sufrir la extirpación de una parte o la totalidad de su mama, muchas de ellas recibirán radioterapia y algunas de ellas quimioterapia…sin mencionar las connotaciones psicológicas de la mastectomía.
En otro trabajo, también realizado por la Colaboración Cochrane, con el objetivo de reevaluar la eficacia del cribado poblacional del cáncer de mama con mamografía, se analizaron 8 estudios que evaluaban la eficacia del cribado poblacional del cáncer de mama, de los cuales solo en 2 que cumplían los criterios de calidad establecidos se demostró la ausencia de beneficio de la mamografía en la reducción de la mortalidad. Con estos antecedentes, los autores concluyeron que el cribado poblacional del cáncer de mama con mamografía no está justificado.
Por otra parte, es importante referirse a la subjetividad y variabilidad en cuanto a la “interpretación” de esta prueba. Al respecto, en un estudio realizado en el Centro Médico de la Universidad de Washington Harborview, se pidió a 10 radiólogos certificados que examinaran 150 mamografías, 27 de las cuales correspondían a pacientes que habían desarrollado cáncer de mama, y 123 a mujeres que constaba que estaban sanas.
¿Resultado? El primer radiólogo identificó un 85 % de los cánceres. Otro solo detectó un 37 %. Otro, el 78 %. Otro no detectó ninguno…
Estas evidencias refuerzan la necesidad de realizar una profunda reflexión sobre la conveniencia de practicar mamografías “de rutina” en mujeres sin la presencia de síntomas y obligan a poner sobre el tapete de la discusión la necesidad de evaluar tanto la calidad de las investigaciones, como la necesidad de educar a pacientes y a profesionales de la salud sobre la importancia de apoyar los procesos de toma de decisiones mediante la valoración de los beneficios, prejuicios y costes de los programas de cribado, evitando dogmas y conflictos de intereses.
De ahí que, cada vez urge más reglamentar las campañas “solidarias” realizadas sin duda con objetivos altruistas pero que invitan a hacerse mamografías de manera general, sin especificar ni edad, ni síntomas, ni nada o, exigir que a las mujeres a las que se les recomienda la prueba sean debidamente informadas sobre los beneficios y los daños para que decidan si se la hacen o no firmando un “consentimiento informado”.
Finalmente, la detección temprana y el acceso a un tratamiento adecuado y oportuno son las claves para lograr un impacto sobre la reducción de esta enfermedad; de ahí que sea necesario crear un programa nacional de cáncer de mama para que a través de “unidades de patología mamaria” se realicen atenciones y procedimientos mediante equipos multidisciplinarios que garanticen un avance en el diagnóstico precoz, con un aumento progresivo de la disponibilidad de medios diagnósticos para la confirmación y tratamiento protocolizados.