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El Telégrafo

Hacia la nueva Universidad ecuatoriana

20 de octubre de 2011

En la centuria pasada, un pensador  argentino exclamó: “La Universidad  latinoamericana es un templo  en el que  hay ídolos, pero no hay fe”. ¿Se refería indudablemente a la crisis que desde hace mucho tiempo institucionalmente  la aquejabay relativamente continúa hasta ahora, todavía?

En el Ecuador, esta  problemática  universitaria y social  tuvo y  tiene connotaciones  mayores. Y es que las diferentes etapas  por las que ha atravesado nuestra alma máter, desde el período donde la sumisión  obligatoria a la bibliografía de texto, al pizarrón y al discurso casi siempre desfasado  del “magíster dixit”, cuyo dogma  intangible lamentablemente no nos ha  abandonado, dio paso a otro período  infortunado  y desdichado  cuando los estratos  académicos y de investigación fueron  arrinconados  y subordinados a los o por los estamentos   de la dirigencia estudiantil y sindical  que en muchos centros  superiores de educación de iniciativa estatal  los  manejaron a su antojo.

Peor aún, una oligarquía ignara y soberbia de un partido político  la ha tenido secuestrada  durante casi treinta años, con autoridades casi eternas   que supervisan con guante de hierro o de algodón,  según fuera la necesidad coyuntural,  a una    parte de  una docencia   agobiada   y en la cuerda  floja  del sueldo de fin del mes y -creo yo- ahogada en sus propias culpas.

A todo esto, nuestra  juventud  estudiosa, rebelde, generosa  y altiva, en ese panorama subrealista de las relaciones de  poder,    siente  que aherrojan su capacidad intelectual en lugar de estimularla y que, evidentemente, se   pervierte su carácter, generando  sistemas de acomodo y oportunismo, y cuyos resultados más  oprobiosos son precisamente los fracasos en el  campo  profesional de aquellos que prefirieron  la manipulación política antes que el estudio fecundo.

Pero frente a ello  resurge una esperanza y flamea una bandera, para terminar  las angustias  y sinsabores  del pasado reciente, nuevas leyes  y organización   para nuestra educación superior y, por tanto, no más abusos ni cepos. La ansiedad  por el conocimiento universal deberá estar en el terreno de las realizaciones de la cátedra.

La preocupación  por la formación, la investigación científica  y la extensión comunitaria y su influencia en la sociedad ecuatoriana  debe instaurarse con toda la fuerza posible.

Y desde luego, nunca más  las agresiones criminales contra sus máximos directivos.  Recuerden, ecuatorianos, jamás hay que olvidar que un ex rector de la Universidad de Guayaquil  y el actual de la Central fueron golpeados sin piedad y a mansalva,  y casi asesinados  en el seno del mismo claustro por “divergencias ideológicas”, por  sicarios con el ropaje de líderes estudiantiles.

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