El pasado 5 de octubre la Autoridad Palestina obtuvo su primera victoria diplomática en el camino de ser reconocida como Estado. Ese día el Consejo Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -Unesco- decidió aprobar la recomendación para que Palestina sea considerada miembro pleno de la entidad. Ahora se requiere la aprobación de la Conferencia General, la cual se reunirá durante quince días a fines de octubre y principios de noviembre, en París. Por el otro lado de esta historia está el Gobierno de Israel junto a Estados Unidos, que consideran que no es el tiempo para que se instituya un Estado para el pueblo palestino. Israel insiste en regresar a las mesas de negociaciones, sin embargo, hace mucho tiempo que las mismas perdieron su función, luego de años de intentos de acordar detener las acciones de lado y lado. Israel ha insistido seguir con su presión de facto de estimular zonas de asentamientos en los territorios en disputa. Un tira y afloja que la propia comunidad internacional, que no se reduce a Estados Unidos o algunos países de la Unión Europea, ha manifestado que esa vía se agotó. Ahora el mundo entero, la mayoría de este mundo, comparte el principio de la autodeterminación de los pueblos y esto significa que el pueblo palestino tiene derecho pleno de convertirse en un Estado pleno. De ahí que es inaceptable que, ante lo sucedido en la Unesco, los Estados Unidos hayan, prácticamente, amenazado con dejar de aportar financieramente a esta institución del sistema de Naciones Unidas. Es claro que la política estadounidense en nada cambió en el gobierno de Obama; sigue siendo de un conservadurismo pragmático retrógrado que solo ha nutrido a las grandes corporaciones de la industria militar y, para colmo, ha puesto a la superpotencia al borde de la bancarrota. Es claro que EE.UU. no acepta que terminó su hegemonía mundial y que estamos en la frontera de un mundo bipolar, no en términos teóricos, sino empíricos, donde grandes potencias como China, India o Brasil están disputando la geopolítica mundial.
Empíricamente estamos presenciando el fin de una era diplomática de tipo oligárquico-mundial. La mayoría de países apoya la decisión de Palestina, que no significa oponerse al pueblo de Israel, pero sí dejar en claro que los sucesivos gobiernos israelitas no han querido avanzar hacia un acuerdo serio y claro donde el futuro Estado palestino deba configurarse en las fronteras de 1967, teniendo como capital Jerusalén Este. Esta es la única salida real a la catástrofe palestina -Al Nakba- producida por el imperialismo mundial en 1947, a través del Plan de Partición de las Naciones Unidas, la cual, por cierto, debe ser reformada íntegramente para que esté al servicio de todos los países y no de un puñado de potencias oligárquicas.