El temor o miedo es un sentimiento natural que en muchos casos puede ser de gran valor, pues sin él podríamos caer en situaciones peligrosas o destructivas; también sirve a los animales para evitar lugares y situaciones de riesgo para sus vidas; de manera que el temor es un mecanismo de conservación de vital importancia para todos.
En la Biblia leemos que el principio de la sabiduría es el temor a Dios, lo que nos muestra el lado positivo de este sentimiento, pues reconociendo el poder de Dios y las consecuencias de una desobediencia, estamos evitando nuestra destrucción.
El gran libro de los Proverbios también nos dice que el avisado ve el mal y se esconde, pero los simples pasan y reciben el daño, lo cual alude a dos cosas: tener noción del peligro y una racional actitud frente a una amenaza real.
Pero, en determinados casos, el temor puede ser un sentimiento destructivo e ilógico, como cuando uno busca afanosamente y sin cuidado una pareja por temor a quedarse solo, mientras otro teme sufrir por amor y se aleja de toda posibilidad de encontrar a alguien que lo ame.
Por eso, respecto al temor o miedo no podemos hablar de absolutos, pues todo depende de los diversos casos y las circunstancias. Lo contrario al miedo es la paz y la confianza; respecto a esto dice el proverbio: “huye el impío sin que nadie lo persiga, mas el justo está confiado como un león”, lo cual no es una contradicción a lo anterior, sino el estado confiado y sosegado de quien vive correctamente delante de Dios.
Mas, el miedo no solo es una consecuencia, sino también una causa, pues origina una serie de actitudes y hechos que muchas veces producen gran daño cuando se instala en nuestro corazón y nos impulsa a huir, discriminar, perjudicar o agredir a otros ante las diferencias de costumbres, credos, lengua, ideología, raza, etc. Tan consustancial a nosotros es el temor, que la publicidad lo utiliza frecuentemente en sus mensajes para vender productos y servicios.
Ya sea que se trate de miedos imaginarios o reales, lo mejor siempre será aferrarse a Dios como a una roca; recordemos que cuando el Señor cruzaba el mar de Galilea junto a sus discípulos en medio de una tempestad, estos se llenaron de miedo mientras el Maestro dormía; mas, una vez que Él despertó calmó los vientos y el temor de la gente desapareció.
Despertemos hoy nuestra fe que está dormida y alcancemos esa paz que sobrepasa todo entendimiento, la paz que Cristo nos prometió cuando dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da; no se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”.