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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Hábitos de consumo

23 de junio de 2016

Un mensaje de la Asociación de Pequeños Comerciantes del país me ha puesto a reflexionar sobre nuestros cambiantes hábitos de consumo, que nos han llevado en un par de décadas a alejarnos de las ferias, los mercados municipales y de las tiendas de barrio para comprar, cada vez más, en los supermercados y grandes superficies.

Aparentemente se trata de una modernización de nuestras costumbres y una aproximación a formas más limpias y agradables de comercialización. Pero en verdad se trata de imposiciones del modo de vida capitalista, que sin notarlo asimilamos como formas de modernidad, en perjuicio de nuestros hábitos tradicionales de consumo.

La feria, el mercado municipal y la tienda no son expresiones de atraso. Por el contrario, son formas de cultura que nuestro pueblo construyó a lo largo de siglos para comercializar sus productos, en especial alimenticios. La feria al aire libre, conocida por su nombre mexicano de tianguis, fue la motivación que vinculó a pueblos precolombinos de diversas regiones, que llegaban a ella en ciertos períodos para trocar e intercambiar. La actual plaza de San Francisco fue uno de los tianguis más afamados de esta zona andina.

En cuanto al mercado municipal y la tienda, son gratas herencias comerciales de España, que todavía perviven con gran éxito en ese país y los de Hispanoamérica. El mercado fue por siglos objeto del cuidado de las autoridades, tanto coloniales como republicanas, que vigilaban, y todavía lo hacen, los pesos, medidas y precios con que se venden los productos. Y la tienda es nuestra versión de la bodega española, que en Cuba se llama bodega, en México pulpería, en Dominicana colmado y en Colombia tienda o mercadito.

La cosa es todavía más compleja. Mientras en EE.UU. pululan las pulperías de los chicanos y las bodeguitas de los cubanos, en nuestro país vamos reemplazando a las tiendas por ‘superminis’ y otros negocios de ese tipo.

Esto no es solo un asunto de modas mercantiles. Es sobre todo un asunto cultural. ¿Dónde puedes hallar pan caliente, leche, huevos o periódicos a las seis de la mañana? Pues solo en la tienda del barrio. ¿Y dónde puedes comprar frutas maduras y de buen sabor, además de baratas? Pues en la feria, el mercado, la tienda o la frutería.

Y es también un asunto socioeconómico. Detrás de cada puesto de feria o de mercado hay un pequeño productor que llega con sus frutos o una ‘caserita’ que las vende, para sustentar a sus respectivos hogares. Y tras cada tienda hay una familia que lucha por pagar una casa, por educar a unos hijos, por sobrevivir con dignidad. En cambio, ¿qué hay tras un supermercado? Pues una gran familia capitalista o una poderosa empresa por acciones, que acumulan grandes ganancias y, como se ha visto, las mandan a paraísos fiscales.

Pero aclaremos algo: no estoy contra los supermercados y grandes superficies. Creo que cumplen un papel importante en nuestra economía y que ocupan un espacio de mercadeo que, de otro modo, estaría ocupado por grandes monstruos transnacionales. Claro que sería de desear que impulsaran más la producción nacional, en vez de importar hasta alimentos frescos, y que promovieran con más gana a los pequeños productores locales.

Y dicho esto vamos al grano: los invito a no olvidarse de los mercados, tiendas y panaderías para comprar en ellos eso que nadie más puede ofrecernos: frutas maduras y sabrosas, mariscos sin congelar, huevos frescos y pan caliente a la hora del desayuno. (O)

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