Estrenamos un nuevo mes, la humanidad está viviendo una pandemia de indescifrables consecuencias: psicológicas, de salud, económicas, laborales, de desarrollo, familiares, entre otras.
Seguimos momento a momento una guerra siniestra que nos devasta y afecta profundamente en nuestro ánimo y emociones, bajando la energía vital y por tanto, el sistema inmunológico de todos.
Estamos experimentando un duelo extremo y doloroso, asistiendo casi en vivo y en directo, a la muerte de tanta gente en el planeta entero.
En nuestro país, lo que más nos desgarra y nos afecta como ecuatorianos, es la situación emergente y catastrófica de Guayaquil y sus habitantes. En que la muerte se disemina por sus calles y esquinas sin tregua alguna. Nos tiene conmocionados el descubrir fehacientemente la pobreza, la desigualdad y el abandono de esta provincia del Ecuador. Indignante saber que la gestión de sus autoridades ha sido enfocada en el embellecimiento mediático de barrios para unos pocos privilegiados, descuidando temerariamente, los servicios básicos y sistemas de salud que hoy han colapsado. También los tentáculos tenebrosos de la corrupción han minado el desarrollo de la región.
Pero en medio de este panorama oscuro existen los “guerreros blancos”, médicos tratantes, residentes, enfermeras, enfermeros, auxiliares de enfermería, laboratoristas, personal de limpieza, quienes están al frente arriesgando sus propias vidas, para asistir a los contagiados desde sus trincheras del conocimiento y su apostolado del juramento hipocrático. Ellos han renunciado a sus horas de sueño y de convivencia familiar, están librando batallas imposibles con armas precarias y escasas para vencer al enemigo letal. Hacen lo imposible por salvar vidas, devolver la salud y la esperanza.
Seres anónimos, quienes luchan contra sus propios miedos y apuestan por la consigna de entregar lo mejor de sí, para sanar y aliviar el dolor de la enfermedad y sus aristas tenebrosas.
Un homenaje sentido para todos ellos por su espíritu aguerrido y valiente, por su sacrificio y entrega sin condiciones. ¡Que su luz nos ilumine siempre! (O)