La delincuencia ha declarado la guerra a la sociedad ecuatoriana. Más alevosa que nunca, estimulada por la corrupción judicial y la impunidad, ha puesto al Ecuador entero contra la pared. Como solía decir Agustín Cueva, hoy los delincuentes se han tomado los espacios públicos, mientras las gentes honradas se han colocado voluntariamente tras las rejas, convirtiendo su casa en una prisión donde conviven con el temor a la vida pública.
Entre tanto, una oposición política verdaderamente ruin se ha dedicado a poner trabas a los esfuerzos del Gobierno por refrenar la ola delictiva. Y en ese marco debe entenderse su combate a la consulta popular y a las reformas legales planteadas por el presidente Correa.
En el fondo, sucede que a la derecha no le interesa ninguna reforma legal o política que permita al Estado enfrentar democráticamente esta guerra delictiva. Lo que la derecha quiere es retomar el poder, para arrasar con las reformas políticas y sociales de la Revolución Ciudadana. Y, si ello ocurriera, ya tienen la solución para enfrentar a la delincuencia: matar a todo el que tenga cara de pobre, piel oscura, actitud sospechosa o ideología de izquierda. Así lo hicieron en el Chile de Pinochet. Así lo hicieron en el Perú de Fujimori. Así lo hicieron en la Colombia de Uribe.
Muchos ecuatorianos no queremos que eso ocurra y nos oponemos a enfrentar la brutal violencia delictiva con una violencia todavía más brutal y ciega por parte del Estado. Por el contrario, deseamos que la autoridad disponga de medios lícitos para enfrentar la guerra que nos ha declarado la delincuencia organizada. Esos medios deberán ser una Policía eficiente y técnica, un sistema judicial honesto e implacable en la sanción del delito y un sistema de rehabilitación capaz de recuperar a los recuperables.
Empeñado en ganar esa guerra contra la inseguridad y la violencia, para garantizar una mejor vida a su pueblo, el presidente Correa se ha lanzado al albur de jugarse su popularidad y su prestigio en una consulta al pueblo soberano. La respuesta de sus opositores ha sido cerrar filas alrededor del No. La izquierda miope, porque no entiende la gravedad del conflicto social y se interesa más por la virginidad de la Constitución, que por la salud de la República. Y la derecha inicua, porque quiere cabalgar sobre la ola delictiva para encaramarse otra vez en el poder.
Que nadie se llame a engaño: si Correa fracasa en su jugada democrática, el país seguirá rodando por el despeñadero de la guerra delictiva, hasta que el mismo pueblo clame por una dictadura.