Ese domingo 24 los guayaquileños se encontraron con una papeleta que tenía 17 nombres. Una aparente declaración de amor múltiple y un récord de candidatos a la alcaldía. Pero una cosa es decir que se ama y otra cosa es demostrar ese amor. ¿Dónde están ahora esos postulantes que estaban dispuestos a sacrificarse por el río y el estero? ¿Cuántos se pusieron a las órdenes del municipio, del gobierno o de alguna organización de ayuda?
Me pregunto dónde están la “Fuerza de los Pobres”, la hermana Pierina y los falsos mesías acostumbrados a pedir el voto. Disparan a mansalva, pero no veo aplicadas ni las soluciones ni la voluntad cívica que siempre dijeron tener. Restan mucho y suman poco porque el oportunismo electoral y la desinformación no nos da nada, sino que nos quita.
Es comprensible que muchos guayaquileños tengan una postura conservadora por precaución médica y se entiende que cada uno aporta lo que puede desde lo intelectual, lo económico o lo logístico. El problema es con los que próceres perdidos en acción. No dudo del guayaquileñismo de Nebot pero me pregunto si el cálculo político le impidió intervenir antes.
Llamé a la Fundación Cruzada Nueva Humanidad: dos de los números que figuran en el sitio de internet están desconectados y en el tercero no contestan. Su última publicación en redes corresponde a octubre. Ojalá sea la jubilación del también inaccesible y desactualizado Alvarito.
Me hubiera gustado ver a los asambleístas guayasenses formando un frente común para romper la inercia del Legislativo, pero algunos ni siquiera participan de los debates a pesar de estar a buen recaudo en la comodidad del hogar. El votante debe tener en cuenta este vergonzoso ejercicio de quemeimportismo y mezquindad.
Quizás la labor de la alcaldesa no se lleva los aplausos. Seguramente el vicepresidente intervino a destiempo y a lo mejor Wated y Guschmer tienen demasiado peso encima. Es verdad que Lasso tiene una segunda agenda. Pero reconozco en ellos ese corazón guayaquileño que quisiera ver en todos los servidores públicos y políticos nacidos en esta ciudad.
El Guayaquil sobreviviente tiene que levantarse sobre las cenizas del desengaño electoral y aprender a identificar el amor falsamente jurado del amor demostrado en medio de la adversidad. (O)