La fundación española de la ciudad de Guayaquil refleja la larga confrontación entre los conquistadores y las culturas aborígenes preexistentes. Por ello, en varias ocasiones se trasladó la vecindad originaria de la ciudad. Sin embargo, hay coincidencia entre los historiadores que la fundación definitiva de Santiago de Guayaquil ocurrió el 25 de julio de 1547.
Desde entonces la vida de Guayaquil fue convirtiéndose en el eje de una extensa sociedad regional. Su propia ubicación geográfica favoreció el desarrollo comercial, que despegó en el siglo XVIII. Gracias al proceso de la independencia, iniciado en Quito con la revolución del 10 de agosto de 1809 y, en su segunda y definitiva fase, consolidado a partir de la independencia de Guayaquil el 9 de octubre de 1820, se potenció la economía agroexportadora de la región guayaquileña, que contrastó con la crisis en la que cayó la Sierra centro-norte.
Las diferencias regionales entre Costa y Sierra y particularmente entre Guayaquil y Quito, centros de poderes locales, marcaron la vida política del Ecuador republicano. Ellas también alimentaron el “regionalismo” por el dominio del Estado. De manera que incluso las luchas entre liberales y conservadores, tan característica del siglo XIX hasta bien entrado el XX, lucían como enfrentamientos políticos entre Costa y Sierra.
Más allá de esas manifestaciones propias de la configuración económica y social de cada región, Guayaquil marcó una serie de hitos en la historia ecuatoriana. De allí provino el impulso a la Revolución Marcista (1845) y la Revolución Liberal (1895). En esta ciudad se inició el movimiento obrero que debió enfrentar al “dominio plutocrático” felizmente liquidado con la Revolución Juliana (1925), recibida con entusiasmo por los pobladores y trabajadores guayaquileños. Destacados literatos constituyeron el famoso “Grupo de Guayaquil”. Escritores, artistas, músicos y, en fin, creadores guayaquileños, han sido referentes para toda la nación.
Una ciudad que conmemora los 464 años de fundación tiene mucho que contar y exhibir. No se resume en la presencia de sus empresarios. Su historia no es patrimonio local de élites que la han manipulado para beneficio de una causa supuestamente “autonómica” pero a su servicio. La historia de Guayaquil es un patrimonio de los ecuatorianos. Los hitos de su historia forjada por trabajadores, pobladores, capas medias y creadores de cultura, son un motivo del orgullo nacional.