La niña de apenas 10 años de edad, Judith Luciana Orobio Bone y a quien sus familiares y amigos llamaban Yuri, desapareció el 29 de mayo. El 10 de junio, a pocos metros de su vivienda en Guasmo Sur, en las inmediaciones del Río Guayas, el cuerpecito de Yuri fue localizado: sumergido en el fango, desmembrado y depositado en un saco.
Yuri era la tercera de seis hermanos cuyas edades fluctúan entre los 13 y los dos años de edad. Su madre, Amalia Orobio, tiene 29 años; es decir, fue madre por primera vez a los 16.
Antes del 29 de mayo, Amalia trabajaba en una empacadora en Daule. Se levantaba a las 04:00 para dejar listo el almuerzo para sus hijos y luego emprendía el camino de más de una hora a la empacadora.
Los niños quedaban al cuidado de una vecina; así Amalia desmiente la versión que circuló públicamente: Yuri no era quien cuidaba a sus hermanos. También cuenta, entre indignada y molesta, el comportamiento indiferente de algunos medios de comunicación: Amalia acudió con la foto de su hija (todavía desaparecida) para que la difundan. De la portería no pasó, nadie la atendió. “Ahora me piden entrevistas. No se las voy a dar porque cuando los necesité, me dieron la espalda. Tampoco quiero hablar con ellos: todo lo que digo lo tergiversan y me duele que utilicen lo que le pasó a mi hija para publicar sus propias versiones”.
Han pasado 39 días desde que el cuerpecito de Yuri fue encontrado sin vida, en condiciones por demás crueles e inhumanas. Sin embargo, aunque parezca increíble e inverosímil, todavía Amalia no ha podido recuperar los restos de Yuri para poderles dar sepultura: que las pruebas de ADN las hacen en Quito y los resultados no llegan; que todavía no está listo el informe de autopsia...Y así, un sinnúmero de respuestas descabelladas que no se compadecen con el dolor y el momento que vive Amalia.
Por otro lado, el aspecto jurídico también está detenido y a pesar de la gran conmoción que causó esta noticia, Amalia no tiene resultados ni avances en las investigaciones.
Como sociedad no podemos ser indiferentes: es justamente esa indiferencia la que ceba a los delincuentes y los impulsa a cometer tan atroces y despiadados crímenes. (O)