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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Grecia sometida

18 de julio de 2015

Tras 17 horas de negociaciones, el vocero de la Comunidad  Europea anunció el acuerdo por el cual se aceptó el pedido de Grecia por un tercer rescate de 86 mil millones de euros a desembolsarse en los próximos tres años. El tono triunfal se mantuvo en la declaración de la alemana  Merkel y no le faltan razones para ello.

Los grandes triunfadores del acuerdo son los integrantes de la ‘troika’, Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comunidad Europea. Sus representantes lograron que la nación helena acepte condiciones peores que las inicialmente propuestas por ellos mismos; la soberanía griega ha quedado seriamente afectada y su futuro luce incierto.

Quienes señalan el despilfarro y la irresponsabilidad en el manejo de los recursos anteriormente entregados como causa del problema, desconocen premeditadamente el destino que tuvieron esas erogaciones. Esos fondos sirvieron para fortalecer a los bancos y sus negocios y para que los gobiernos de turno -proeuropeos y neoliberales- dilapiden  recursos, haciendo más grande la brecha que respecto de otros países europeos tenía Grecia al momento de su ingreso a la Comunidad.

Según el compromiso adquirido y ratificado ya por el Parlamento heleno, el gobierno de Tsipras deberá ajustar, al alza, el IVA; eliminar subsidios a pensiones y aumentar el número de años para la jubilación; realizar drásticos recortes presupuestarios y, lo que es más grave, crear un fondo de privatizaciones por 50 mil millones de euros, el cual será administrado por los alemanes. Este se nutrirá de la venta de los activos del estado: trenes, puertos, redes eléctricas, terrenos, edificios. El monto recaudado se destinará al pago de la desorbitada deuda adquirida, no por el Gobierno actual sino por los anteriores. No se aceptó una disminución de la deuda y quedó planteada en forma vaga una futura reestructuración, a fin de aliviar plazos e intereses. Es casi una situación peor a la vivida durante la ocupación nazi.

En forma nítida se ha evidenciado el papel del gran capital, que primero otorgó enormes sumas a gobiernos que eran afines ideológicamente y hoy, ante uno de signo contrario, busca asfixiarlo. Tal procedimiento es conocido en nuestros países, que a fines del siglo pasado vivieron -sin la intensidad de la Grecia actual- problemas similares. Con su aceptación, el Gobierno de Atenas está autorizando el saqueo del patrimonio nacional, propiciando en forma segura el incremento del paro y de las condiciones de pobreza en que se debate gran parte de su población.

El panorama se complica más, debido a que el pueblo griego rechazó en forma categórica las condiciones impuestas. El no rotundo pesará al momento de hacer efectivas las duras medidas y, al restar apoyo popular a Syriza, lo dejará  sin bases que lo sustenten. Probablemente la falta de apoyo que se generará tendrá como resultado la derrota de las fuerzas progresistas en futuras elecciones. Tal  es el objetivo buscado y constituye una clara advertencia a otros pueblos que pretendan un camino independiente. (O)

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