- Buenos días doctor Soto, le saluda Rosa U. Probablemente no se acuerde de mi, usted era muy joven y lo conocí hace muchos años cuando llegué al estudio jurídico donde usted trabajaba en el 2013…
- … [silencio]
- no importa que no se acuerde, doctor, solo le llamaba para contarle que el caso por el que lo conocí, ya se ha resuelto, la Corte Nacional nos ha dado la razón. Sé que debe estar muy ocupado y no quiero molestarle con cosas que posiblemente usted ya ni recuerde, o bueno no sé, en realidad solo le llamaba para darle las gracias...”
Mas o menos eran las 10h30 de la mañana de algún día del segundo trimestre del 2018 cuando recibí la llamada de Rosa. Claro que la recordaba, la conocí en el 2013 cuando llegó a la firma donde trabajaba a pedir una asesoría por un problema, y sí que tenía un problema: Rosa y su hermana eran propietarias de un departamento hasta que decidieron venderlo a unas personas con las que pactaron un negocio relativamente complejo.
Pese a que han pasado mas de 9 años a la fecha en que escribo esta columna, todavía recuerdo ciertos detalles de su caso, un contrato de compraventa en el que se acordaba una entrada y un plan de pagos por el valor restante, crédito directo entre el comprador y Rosa. Al cabo de unos meses, sus compradores habían incumplido el acuerdo de pagos y de la manera más descarada y sin ninguna razón, le habían dicho que si quiere demandar, que demande, ellos no pagarían.
Mi querida Rosa y su hermana habían entregado formalmente la propiedad del departamento, pero no tenían el dinero y tampoco cómo cobrar. Ella era buena persona y pensó que todos eran como ella.
La solución para un problema de ese tipo, es solicitar a un juez que verifique el incumplimiento del contrato por parte de los compradores y solicitar la terminación del mismo. Me pusieron a cargo de una parte del estudio del caso para encontrar la solución, así que expuse a mis jefes y a Rosa lo que la ley dictaba para esos casos. Uno de los socios de la firma decidió ayudar a Rosa.
Se presentó la demanda, pero dejé de trabajar con ellos poco tiempo después. 5 años habían pasado cuando recibí la llamada de Rosa en el 2018, yo me desempeñaba como gerente general de otro despacho, así que no le seguí el rastro al caso para nada, pero cuando contesté el teléfono me di cuenta de que no me había olvidado de Rosa, ni de su lío.
- Rosa, que gusto saludarle, claro que la recuerdo, le felicito y me alegro por el resultado; aunque no veo que tenga que agradecerme por nada, mis jefes hicieron todo y han llevado su caso a una resolución favorable para usted, el mérito es suyo y de sus abogados, no mío.
- Claro que le agradezco, en el 2013 uno de sus jefes me había dicho en dos ocasiones que era muy probable que no tomaran mi caso, por alguna razón siento que de entre todos, fue usted quien creyó en mi, y siento que empecé a ganar el juicio cuando usted convenció a todos.
Desde luego que mis jefes sabían lo que había que hacer mejor que yo, al menos desde el punto de vista técnico no creo que convencí a nadie; sin embargo, Cuando Rosa me dijo que empezó a ganar su caso cuando hubo alguien que creyó en ella, tenía toda la razón.
Creo y defiendo que esta profesión es noble, aunque profesionales dignos de llamarse nobles, siento que quedan pocos. El objetivo de la profesión es representar a los que no tienen voz, se trata de ayudar al que lo necesita. Lejos de objetivos materiales y del ego propio de los abogados, creo que el objetivo es servir a la justicia, todo lo demás viene después, nunca antes.
No, Rosa, no me agradezca, por el contrario, soy yo el que le dice gracias a usted, por confiar en la justicia, por ser valiente durante 5 años, por soportar las terribles peripecias de nuestro sistema judicial. Soy yo el que le da las gracias por recordarme porqué elegí esta profesión.